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Iba en el coche, en el asiento trasero concretamente. Desganada y molesta, tenía mis razones. Mis padres dicidieron llevarme a un reformatorio, sin piedad, sin importarles que viviría lejos de ellos. Bastante lejos, a mi parecer, llevábamos tres horas en el coche, y aún decían que faltaba mucho.

Tras una larga lucha en la que estábamos solos mi abogado y yo, contra los tribunales que me acosaban de pirómana, perdí. Estuve un año tratando de impartir justicia en mi propia vida, y de enseñarle al mundo que yo no era más que víctima de algo extraño que había sucedido, y que dejó consecuencias.

Había superado, en parte, el accidente. Aún así, aún quedaba esa chispa de rabia por haber sido amenazada y despreciada tanto tiempo, siendo llamada pirómana por todas partes y lugares a los que iba, e incertidumbre y miedo a lo desconocido, porque no supe qué causó ese incendio, ya que todo el mundo pensó que la culpable era yo.

Tenía miedo, miedo porque tal vez cuando me volviera mayor de edad, me llevarían a la cárcel si es que no conseguía pruebas de ser inocente, todo porque aquel extraño suceso mató a alguien. Claro, era una tragedia, ¿Pero qué tenía yo que ver? Fui la que más lo sufrió, además, pues quien murió fue el que entonces era mi novio.
Por el momento, estaría en ese reformatorio hasta que cumpliera la mayoría de edad. Me quedaba poco más de un año, un año y medio, concretamente.

Comenzaba a asustarme, decidí dejar mi teléfono a un lado y parar de hablar con mi mejor y única amiga, la única que me creyó cuando ocurrió, Siwoo. Empecé a mirar por la ventana, lo cuál sólo consiguió duplicar mi miedo. Estábamos pasando por un estrecho trozo de tierra, que ni siquiera tenía el asfalto propio de una carretera, en medio del mar. A lo lejos, que cada vez era más cerca por el contínuo movimiento del coche, pude ver una gran montaña con un edificio algo antiguo sobre ella, del que salían caminos y otros pequeños edificios y casetas. Aunque parecía viejo y que necesitaba una reforma, era bastante bonito.

Me quité uno de los auriculares que llevaba y escuché a mis padres hablar.

- ¿Es ahí? - Cuestionó mi madre en tono dudoso

- Es la dirección que nos enviaron. - informó mi padre - No te preocupes, Hany, es seguro. Recuerda lo que nos dijo la señora Lee, su hijo estuvo aquí tres años y salió genial. - sonrió

- Si con "genial", te refieres a que se volvió un bicho raro... - mi madre apoyó vagamente su barbilla en su mano y rodó los ojos

- Mejor eso a que agrediera a sus compañeros de clase.

- Ahí tienes razón, además, Minyeo ya es un bicho raro. - suspiró

Decidí hacer como que no había oído eso.

Me puse el otro auricular, que de nada sirvió, apenas escuché tres segundos de una canción y escuché un frenazo. Mi padre había llegado al control, había una pequeña caseta y una barra que impedía a los coches avanzar.

Me quité los dos auriculares.

Una mujer de complexión robusta se acercó al coche y mi padre bajó la ventanilla.

- ¿Nombre de su hija? - Cuestionó

- Bae Minyeo.

- Bien, está en la lista. Minyeo debe bajar del coche y acompañarnos, podéis despediros de ella. - Habló alto y claro

Agarré mis dos maletas y me subí, les dije "adiós" antes de ello.

- Sígueme. - Me ordenó

La seguí, mis padres se quedaron observando, me llevó hasta dentro de la pequeña caseta.

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐈𝐑 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora