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Salí de casa dispuesta a plantar el ramo de rosas que me había dado Sunghoon como uno de mis tantos regalos, para ponerlas en un jarrón con agua sobre la mesa de picnic del jardín. A mi lado, mi madre mirándome orgullosa. Mi madre de mi vida anterior, ahora adaptada a Minyeo, a mi "yo" de aquella vida que sería la última.
- Ya tienes diecinueve años... Cómo has crecido. - pasó el dedo índice por debajo de su ojo para limpiar las lágrimas que amenazaban con asomar.
Asentí.
- Y me siento más viva que nunca.Ella no era mi madre en esa vida pero, en general, tenía muchas madres, y padres. Por eso, teniéndola tan cerca mía, tan disponible, no tuve otra cosa que hacer que tomarla como mi única madre, un reflejo de todas ellas en un solo cuerpo. Y no fue difícil. Cuando llegamos al marcharnos del reformatorio a la casa y Sunghoon nos presentó, ver su emoción y alegría aún cuando yo no era la hija que recordaba, me hizo darme cuenta del valor emocional que tenía para muchas personas a las que ni siquiera había conocido. Simplemente pensar en tener la oportunidad de llenar ese hueco que mi muerte le creó, me hizo querer actuar como su hija.
Era mi décimo noveno cumpleaños. El día en el que en otras ocasiones tendría que haber muerto, pero no había pasado. Ya era casi de noche, y ningún peligro se acercó. Había que admitirlo, estábamos asustados por el "y si..." Pero lo cierto era que sabíamos que nada ocurriría.
Era curioso, aquella sería mi primera vida cumpliendo diecinueve años y pasando más días viva después de eso.
La estancia en aquel pequeño pueblo era demasiado agradable, y diferente. Aún extrañaba el reformatorio, todos los recuerdos creados allí. A veces, incluso, mi casa en alguna parte identificable de Corea, a Siwoo, sobre todo. Lo que le sucedió aún me atormentaba de vez en cuando, y para eso estaba Sunghoon.
Sunghoon... Jamás podría haber encontrado a alguien mejor que él. Y gracias a esa reflexión, aprendimos que, aunque la maldición fue lo peor que nos podía haber pasado, también fue lo mejor. Destinados a estar juntos, a crear millones de memorias que después se juntarían y nos harían enamorarnos y desearnos más el uno al otro... Nunca me lo había planteado, pero qué bonito era el amor. Algo que solo podía saberse cuando se estaba realmente enamorada. Lo nuestro era algo más que eso.
Heeseung vivía frente a nosotros junto a Jungwon, Sunoo fue a ver a sus padres y tras un mes allí, les convenció para mudarse a nuestro pequeño pueblo junto a Jake. Hoyeon y Riki a nuestro otro lado, Beomgyu con Jay, y Sihyeon, Mina y Yuna en una cabaña un poco más apartada que estaba junto a una entrada al mar, para que Sihyeon pudiera tener una zona donde nadar cerca.
Miré la puerta de casa al escucharla abrirse, Sunghoon salía de ella sonriente, cargando una manta oscura y una cesta con distintos alimentos vampíricos y normales.
Me sonrió, me dio la mano y me alejé un poco tras colocar las rosas y asegurarme de que su tallo se mojaba. Le agarré y fuimos hasta el borde del mar en el que, al lado, vivían Mina, Sihyeon y Yuna.
Sunghoon extendió la tela sobre el césped húmedo. Era realmente grande, y claro, era para todos nosotros.
Silbó haciendo que todos escucharan lo que él llamó "la señal", desde sus casas, y salieran con sus pertenencias en dirección a nosotros. Empezaron a acomodarse, lo que me recordó a cuando pusimos los fuegos artificiales en el último cumpleaños de Hoyeon.
A mi lado estaba el borde de la manta. Comencé a jugar con la hierba, enredandola entre mis dedos. Todos hablaban animadamente, pero yo no podía evitar encontrarme bastante sentimental al darme cuenta de que, después de muchos intentos, había conseguido superar la barrera de los diecinueve años.
Detrás mía estaba Jungwon, que me tocó la espalda y me hizo mirarle.
- Felices diecinueve años, por primera vez. - sonrió.
Estaba tan contento como yo de que por fin hubiera podido felicitarme los diecinueve años sin que una tragedia ocurriera antes. Y es que previamente no pudo, ya que Sunghoon me mantuvo todo el día ocupada; un viaje usando la teletransportación al Louvre, una comida en un restaurante para vampiros y demonios que abrió cerca del pueblo... El momento para celebrarlo todos juntos era ese.
Y aunque recibía felicitaciones constantes de quienes no había visto aún, mi mente solo pensaba en Sunghoon, y cómo no.
A mi lado, hablando con Heeseung pero con mi mano aún sujeta. Mostrando su sonrisa, sus colmillos afilados y largos. Los ojos que tanto me enamoraron, los hoyuelos que nunca me soltaron...
Conectamos miradas en un momento, y se levantó dándole un seco "espera" a Heeseung, quien siguió charlando con Yuna.
Me llevó con él de la mano, un poco más lejos, casi detrás de nuestra casa.
Me miró directamente a los ojos, siendo iluminado por la luna. Aquella era una imagen que recordaba muy bien, de cada noche en el reformatorio en la que me escapé y él apareció como si nada al detectar miedo o simplemente querer hablar conmigo por su amor escondido. De esos días en los que estaba confundida por todo lo que me rodeaba, y se sentía tan diferente la forma de verle sabiéndolo todo y estando tranquila, que asustaba...
- No he tenido tiempo de hacer esto en todo el día.
Se acercó más y me rodeó con sus brazos. Forcé el agarre con una sonrisa. Era un inocente abrazo, pero uno muy reconfortante. Uno de los pocos que no eran para aliviar la tristeza, si no para plasmar la felicidad.
Se separó después de dejarme con la sensación de calor, y se agachó hacia mi rostro, dejándome un largo beso que finalizó con el roce de sus colmillos en la comosura de mis labios. Rio por aquello y fue relajando la mirada hasta dejar una sonrisa nostálgica.
Con solo mirarlo lo sabía.
Estaba enamorada.
Porque él era Sunghoon, y todo lo que había hecho de una vida a otra por mí era razón suficiente para saberlo; le amaba. Le amaba de una forma en la que jamás pensé que se podía amar. Que no sabía que existía, que creía de película y ni siquiera eso. Un sentimiento tan frustrante como increíble e indescriptible, una sensación maravillosa.
Mil "te amo" no eran suficientes. Y momentos como aquel valían mucho más. Sobre todo cuando nos dejaban pensando a ambos en cosas como aquella.
- Te quiero - susurró -. Y esta vez es cierto. Te quiero y te querré por toda la eternidad, sin intervenciones. Siempre te amaré. - susurró en mi oído.
Por supuesto.
- Lo mismo digo.
Incluso si aquello no hubiera parado, aunque hubiera seguido, le habría elegido en cada una de mis vidas.
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𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐈𝐑 | Park Sunghoon ✓
Viễn tưởng𝐁𝐋𝐄𝐒𝐒𝐄𝐃-𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄𝐃 | "La más hermosa maldición". Había fuego en el aire, las llamas se hacían más y más grandes, la culpa de aquello no la tuvo nadie más que un montón de misteriosas sombras sin forma, pero Minyeo tomó la responsabilidad si...