20. Perdiste, nene

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Joaquín

Con mucha soltura y un impecable movimiento, Emilio le da a la bola blanca, y esta se desliza sobre la mesa, roza suavemente la negra y oh, no... muy despacio, la negra sale rodando, vacila en el borde y finalmente cae en la tronera superior derecha de la mesa biliar.

¡Maldición! Estaba tan cerca.

Él se levanta, y en su boca se dibuja una sonrisa de triunfo. Baja el taco y se acerca hacia mí lentamente, sus rulos están revueltos y eso me enloquece un poquito. Con esos jeans y esa camiseta blanca, no parece el presidente ejecutivo de una mega empresa, solo parece un alfa de algún barrio peligroso.

Wow, se ve tan sexy.

- No te molesta perder, ¿verdad? – murmura sin apenas disimular la sonrisa.

- A decir verdad, me molesta un poco.

- ¿Te molesta el premio que puedo ganar? – cuestiona.

- Depende de lo fuerte que me pegues – susurro, agarrándome al taco para apoyarme.

Me lo quita y lo deja a un lado, introduce los dedos al borde de mi camiseta y me acerca hacia él.

- Bien, ¿qué te parece si enumeramos algunas cosas que has hecho? – pregunta, sin dejar de observarme.

- ¿Qué he hecho?

- Uno, darme celos con mi personal – arqueo una ceja, y él levanta las manos – De acuerdo, sé que no lo hiciste con esa intención y quizá haya exagerado... Dos, discutir conmigo sobre el trabajo cuando yo solo intento protegerte. Tres, pero muy importante, has estado aprovechándote de mi poco autocontrol al pasearte de esa forma durante los últimos veinte minutos... que han resultado una tortura.

- Espera, ¿me quieres castigar? – cuestiono, un poco confundido.

En sus ojos marrones brilla una ligera chispa de excitación. Se inclina y frota su nariz contra la mía.

- No, solo quiero jugar contigo, nene – me asegura.

- Mmm... De acuerdo.

- Quiero que te quites los pantalones y esta camiseta que deja al descubierto tus clavículas. Ahora, nene – ordena.

Me planta un beso leve en los labios, se aproxima hacia la puerta y la cierra con llave.

Cuando se da la vuelta y me clava la mirada, sus ojos arden. Yo me quedo completamente paralizado y embobado. Quiero jugar con él. La idea no me desagrada ni me molesta, porque no le tengo miedo.

Confío en él.

- La ropa, Joaquín... Todavía la llevas puesta. Quítatela... ¿o prefieres que lo haga yo, nene?

- Hazlo tú – pido en voz baja.

Emilio sonríe encantado.

- Oh, joven Bondoni. Trataré de estar a la altura y haré un buen trabajo.

- Por lo general suele estar a la altura, señor Marcos.

Arqueo una ceja y él sonríe.

Al acercarse a mí, se detiene en una mesita empotrada en una de las estanterías. Alarga la mano y coge una regla de plástico transparente de unos treinta centímetros. La sujeta por ambos extremos y la dobla, sin apartar los ojos de mí.

Se me seca la boca al ver con que "jugaremos".

De pronto estoy sofocado y siento que mi entrada está húmeda. En mis cortos veintiún años, Emilio ha sido el único alfa que ha logrado excitarme solo con mirarme y liberar un poco de su aroma. No sabía que eso era posible...

Mi alfa y sus sombras más oscuras (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora