7. Porque puedo

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Me despierto, tengo un poco de calor, y estoy abrazado a Emilio Marcos, ambos estamos desnudos. Aunque está profundamente dormido, me tiene sujeto entre sus brazos. Me da mucha ternura cuando me abraza como si fuera su osito de peluche y no me quiere soltar. Claro, lo hace de forma involuntaria en las noches, pero sigue siendo tierno.

La luz de la mañana se filtra por las cortinas de mi habitación, ya no es tan temprano, hemos logrado dormir algunas horas. Tengo la cabeza apoyada en su pecho, la pierna entrelazada con la suya y el brazo en su vientre.

Levanto un poco la cabeza, con algo de temor, porque no quiero de despertarlo. Parece tan joven, y duerme tan relajado, tan hermoso, tan despreocupado. No puedo creer que este apuesto Alfa sea todo mío y quiera que nos demos una segunda oportunidad.

Extiendo la mano y le acaricio el torso con cuidado, deslizando los dedos sobre el poco vello que tiene en la zona, y él no se mueve. ¡Por fin! Por fin puedo tocarlo sin ningún impedimento. Debo de aprovechar esta oportunidad. Me inclino sobre él y beso con mucho cuidado una de sus cicatrices. Él gime bajito, pero no se despierta. Lo beso otra vez y abre los ojos, parece asustado.

- Hola – digo con una sonrisita culpable.

- Hola – contesta desconfiado - ¿Qué estabas haciendo?

- Nada. Solo te estaba mirando.

Deslizo los dedos siguiendo el rastro hacia su vello púbico, pero él atrapa mi mano, entrecierra los ojos y luego sonríe. Entonces me relajo. No me descubrió o al menos no ha dicho nada. No descubrió mis caricias secretas. En algún momento me gustaría acariciarlo con total libertad, pero soy consciente de que debo ir paso a paso con eso. Es frustrante, pero es lo que hay. Sé que es un tema delicado para Emilio. No me puedo ni imaginar lo mucho que debe de haber sufrido de niño.

De pronto, se coloca encima de mí, apoyando mi espalda contra el colchón y sujetándome las muñecas, a modo de advertencia, pero no me hace daño. Roza mi nariz con la suya y me sonríe.

- Algo me dice que estabas haciendo algo malo, joven Bondoni – me acusa, pero no pierde la sonrisa.

- Quizá... Me encanta hacer cosas malas cuando estoy contigo, Emi.

- ¿Te encanta? – pregunta, y me besa - ¿Sexo o desayuno? – cuestiona con sus ojos oscuros.

Rosa su erección contra mi miembro que empieza a despertar y luego desciende un poco hasta clavármela, y yo levanto la pelvis para acogerla.

- Buena elección, nene – murmura con los labios pegados en mi cuello, y sus besos empiezan a trazar un sendero hasta mi pecho.

Una de sus manos se acerca a mi miembro y empieza a atenderlo como solo él sabe. Cierro los ojos ante sus caricias y empiezo a disfrutar ambos movimientos.

Estoy de pie delante de mi cómoda, mirándome al espejo e intento ordenar un poco mis rulos, pero ya es tan demasiado largos para mi gusto y se enredan un poco. Llevo unos jeans y una camiseta, y detrás de mí está Emilio, recién bañado, se está vistiendo. Observo fijamente su cuerpo, sin perder ningún detalle.

Es tan hermoso y es nuestro. Piensa mi omega y no lo puedo culpar.

- ¿Con qué frecuencia haces ejercicio? – pregunto, embobado.

- Todos los días de la semana, excepto fines de semana – dice mientras se abrocha la bragueta.

- ¿Qué sueles hacer?

Mi alfa y sus sombras más oscuras (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora