Me lleva a un restaurante pequeño e íntimo.
- Tendremos que conformarnos con este sitio – reniega Emilio – No tenemos mucho tiempo.
A mí me parece perfecto para conversar. Tiene sillas de madera, manteles de lino y paredes rojas, del mismo color que el cuarto de juegos de Emilio, con pequeños espejos dorados colocados en distintas partes, velas blancas y jarroncitos con rosas blancas. El ambiente es muy romántico. Creo que nunca había venido.
El camarero nos conduce a una mesa para dos en un pequeño reservado, y yo me siento, preguntándome de que quiere hablar exactamente Emilio.
- No tenemos mucho tiempo – le dice Emilio al camarero cuando nos sentamos – así que los dos tomaremos un solomillo al punto, con papas fritas y ensalada, lo que tenga el chef, y tráigame la carta de vinos para escoger uno.
- Ahora mismo, señor.
El camarero desaparece. Emilio pone su iPhone sobre la mesa. O sea, ahora también ordena por mí. Me hubiera gustado escoger.
- ¿Y si no me gusta lo que pediste? – digo.
Suspira.
- No empieces, Joaquín.
- No soy un niño pequeño, Emilio. Soy capaz de ordenar por mí mismo.
- Pues deja de actuar como si lo fueras. Y al parecer no eres capaz de realizar tareas tan básicas como alimentarte.
Lo miro y pestañeo. Sí, no creo que seamos capaces de mantener una conversación tranquila.
- ¿Soy un niño? – murmuro.
- Sí, por tratar de ponerme celoso a propósito. Es muy infantil hacer eso. ¿Tan poco te importan los sentimientos de tu amigo como para manipularlo de esa forma?
Emilio aprieta los labios y frunce el ceño mientras el camarero regresa con la carta de vinos.
No había pensado en eso. Que idiota soy. Quise molestar a Emilio, pero no considere los sentimientos de Leo. Yo fui el primero en decirle que no le puedo dar una oportunidad y soy el primero en actuar de esa forma. Mierda... Espero que Leo no sea haya confundido con lo que hice. Emilio tiene razón en algo: fui muy infantil al actuar de esa forma. Examina la carta de vinos.
- ¿Te gustaría escoger el vino? – pregunta y arquea las cejas.
¡Que arrogante! Sabe que no entiendo nada de vinos.
- Escoge tú – contesto entre dientes.
- Dos copas de Shiraz del valle de Barossa, por favor.
- Esto... ese vino solo lo servimos por botella, señor – dice el camarero.
- Pues entonces una botella – espeta Emilio.
- Señor – se retira dócilmente.
Miro con el ceño fruncido al Alfa mandón. ¿Qué le molesta? Bueno, probablemente yo sea la causa.
- Emilio, estás muy arisco... Más que de costumbre.
Me mira indiferente.
- Me pregunto por qué será. O, mejor dicho, por quién.
- Bueno, pero yo no tengo la culpa de eso. Al menos no de forma voluntaria.
Le sonrío con dulzura.
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Mi alfa y sus sombras más oscuras (Adaptación)
FanfictionJoaquín Bondoni llegó a la vida de Emilio Marcos para darle un giro de 180°, poniendo su mundo de cabeza y todo lo que creyó que no necesitaba, ahora necesita. Emilio sigue teniendo demasiadas sombras, demasiados traumas y demasiadas cicatrices que...