3. Volver a empezar

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Me lleva a un restaurante pequeño e íntimo.

- Tendremos que conformarnos con este sitio – reniega Emilio – No tenemos mucho tiempo.

A mí me parece perfecto para conversar. Tiene sillas de madera, manteles de lino y paredes rojas, del mismo color que el cuarto de juegos de Emilio, con pequeños espejos dorados colocados en distintas partes, velas blancas y jarroncitos con rosas blancas. El ambiente es muy romántico. Creo que nunca había venido.

El camarero nos conduce a una mesa para dos en un pequeño reservado, y yo me siento, preguntándome de que quiere hablar exactamente Emilio.

- No tenemos mucho tiempo – le dice Emilio al camarero cuando nos sentamos – así que los dos tomaremos un solomillo al punto, con papas fritas y ensalada, lo que tenga el chef, y tráigame la carta de vinos para escoger uno.

- Ahora mismo, señor.

El camarero desaparece. Emilio pone su iPhone sobre la mesa. O sea, ahora también ordena por mí. Me hubiera gustado escoger.

- ¿Y si no me gusta lo que pediste? – digo.

Suspira.

- No empieces, Joaquín.

- No soy un niño pequeño, Emilio. Soy capaz de ordenar por mí mismo.

- Pues deja de actuar como si lo fueras. Y al parecer no eres capaz de realizar tareas tan básicas como alimentarte.

Lo miro y pestañeo. Sí, no creo que seamos capaces de mantener una conversación tranquila.

- ¿Soy un niño? – murmuro.

- Sí, por tratar de ponerme celoso a propósito. Es muy infantil hacer eso. ¿Tan poco te importan los sentimientos de tu amigo como para manipularlo de esa forma?

Emilio aprieta los labios y frunce el ceño mientras el camarero regresa con la carta de vinos.

No había pensado en eso. Que idiota soy. Quise molestar a Emilio, pero no considere los sentimientos de Leo. Yo fui el primero en decirle que no le puedo dar una oportunidad y soy el primero en actuar de esa forma. Mierda... Espero que Leo no sea haya confundido con lo que hice. Emilio tiene razón en algo: fui muy infantil al actuar de esa forma. Examina la carta de vinos.

- ¿Te gustaría escoger el vino? – pregunta y arquea las cejas.

¡Que arrogante! Sabe que no entiendo nada de vinos.

- Escoge tú – contesto entre dientes.

- Dos copas de Shiraz del valle de Barossa, por favor.

- Esto... ese vino solo lo servimos por botella, señor – dice el camarero.

- Pues entonces una botella – espeta Emilio.

- Señor – se retira dócilmente.

Miro con el ceño fruncido al Alfa mandón. ¿Qué le molesta? Bueno, probablemente yo sea la causa.

- Emilio, estás muy arisco... Más que de costumbre.

Me mira indiferente.

- Me pregunto por qué será. O, mejor dicho, por quién.

- Bueno, pero yo no tengo la culpa de eso. Al menos no de forma voluntaria.

Le sonrío con dulzura.

Mi alfa y sus sombras más oscuras (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora