35. ¿Dónde está Emi?

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Contemplo las llamas, anonadado. Llamaradas centellantes, anaranjadas con brotes azul cobalto que se mueven tranquilamente en la chimenea de Emilio, como si no estuviera pasando algo caótico alrededor... A pesar del calor que irradia el fuego y de la manta que me cubre los hombros, tengo frío, mucho frío. Un frío que me penetra hasta los huesos.

Siento que mi omega me ha abandonado, así que el frío se intensifica aún más.

Oigo vagamente voces que susurran, muchas voces. Pero es un zumbido distante, de fondo. No escucho las palabras. Lo único que oigo, lo único en lo que soy capaz de concentrarme, es en el tenue sonido de las llamas de la chimenea... Lo mismo me pasa con los aromas... Alguien pensó que lo mejor era traerme una manta del cuarto de Emilio. Una manta que aún conservará su aroma. No sé quién fue, pero se lo agradezco, a pesar de que eso no ha mejorado mi estado... Solo lo necesito a él, no una manta.

Me pongo a pensar en la casa que vimos ayer y en aquellas enormes chimeneas: chimeneas de verdad para troncos de leña... Mantas... sí también podría haber mantas bonitas frente a las chimeneas... Me gustaría hacer el amor con Emilio frente a un fuego de verdad. Me gustaría hacer el amor con Emilio frente a este fuego. Sí, sería divertido y romántico. Estoy seguro de que a él se le ocurriría algún modo de convertirlo en memorable, como todas las veces que hemos hecho el amor. Incluso las veces en que solo hemos tenido sexo... sexo pervertido... ¿Dónde está Emi?

Me sigo concentrando en las llamas que están al frente de mí.

Recuerdo la vez que se quedo a dormir en mi departamento luego de nuestra reconciliación... Recuerdo su tímido "Te quiero", y lo que me cantó en ese momento: "Para mí no hay nadie igual".

Me rodeo el cuerpo con los brazos, la realidad se filtra en mi conciencia y se me cae el mundo encima una vez más. El vacío que siento al no tener a mi alfa se apodera de todo... El Chulo Danzón ha desaparecido. Y no tenemos ni idea de en dónde podría estar mi Emi.

- Joaco. Tenga. Esto le ayudará a tranquilizarse.

La voz de la señora Zapata, insistiéndome con delicadeza, me transporta de nuevo a la habitación, al ahora, a la angustia, a la completa y devastadora realidad. Me ofrece una taza de té. Se lo agradezco y cojo la taza, que empieza a hacer un sonidito contra el platito en mis manos temblorosas.

- Gracias – susurro, con la voz quebrada por el llanto constante que he tenido y que poco a poco se ha ido deteniendo. Quizá ya me quedé sin lágrimas o me deshidrate.

- Quizá le ayudaría si le traigo alguna prenda del señor Emilio - me ofrece la señora Zapata – Podría ayudarle a su omega.

Niego con la cabeza.

No me salen las palabras para decirle que mi omega está... tirado en algún rincón lamentándose y sufriendo en silencio, provocándome una gran presión en el pecho.

- Así estoy bien – musito, y ella solo me dedica una última sonrisa antes de retirarse. Estoy seguro de que realizo un gran esfuerzo por esbozarla.

Al frente de mí está Alejandra sentada en el inmenso sofá en forma de U cogiendo de la mano a Niurka, que está a su lado. Las dos me miran fijamente con la ansiedad y el sufrimiento impresos en sus rostros. Puedo percibir la tristeza que sienten en sus aromas. Niurka parece avejentada: una madre preocupada por su hijo. Yo parpadeo sin expresión.

No puedo decirles algo que las haga sentir mejor. No puedo ofrecerles una sonrisa tranquilizadora, y ya no me quedan lágrimas. Estoy... vacío. Estoy... en pausa.

Mi alfa y sus sombras más oscuras (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora