16. Siento

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"Te amo, Joaquín... Quizá no debería..."

Aún no me puedo olvidar de esas palabras.

Me fascina que haya sido capaz de decirme eso. No puedo ni quiero reprimir la gran sonrisa que empiezo a esbozar y es que me siento tan feliz que no puedo ocultarlo, no sabía que tanto necesitaba escuchar esas simples, pero tan poderosas palabras.

Emilio tiene una expresión tierna y dulce, como si estuviera buscando que con esto se pudieran arreglar todos los problemas que se encuentran a nuestro alrededor, y eso me conmueve tanto. No veo a ese poderoso e imponente alfa que se muestra ante todos, solo veo a un alfa tímido que parece que acaba de contarme un secreto.

No me importa que no me lo diga seguido, si es que sé que es capaz de sentirlo y aceptarlo al menos una vez para mí es suficiente, aunque sé perfectamente que mi a omega le encantaría ser mi mimado por su alfa.

Alzo la mano para tocar su hermoso rostro, y lo beso con dulzura, tratando de trasmitir todo el amor que siento por él. Emilio gime y me rodea entre sus brazos, y se aferra a mí como si fuera su chaleco salvavidas.

- Oh, Joaco – musita con voz ronca – Te desea y mucho, pero no aquí.

- Yo también, Emi – murmuro junto a su boca.

Cierra la llave de la ducha y me da la mano, me lleva fuera y me envuelve con la bata. Coge la otra bata que está en barra y se la coloca, luego con una toalla pequeña empieza a secarme el pelo con mucho cuidado. Él está detrás de mí y nuestras miradas se encuentran en el espejo que está encima del lavamanos.

- ¿Puedo hacer lo mismo por ti? – pregunto.

Él asiente, aunque frunce ligeramente el ceño. Cojo otra toalla del montón que hay apilado junto al tocador, me pongo de puntitas a su lado y empiezo a secarle el pelo. Él se inclina hacia delante para facilitarme el trabajo, y cuando capto ocasionalmente su mirada bajo la toalla, veo que me sonríe como si fuera un pequeño cachorro.

- Hace mucho tiempo que nadie me hacía esto. Mucho tiempo – susurra, y entonces hace una mueca – De hecho, creo que nadie me ha secado el pelo.

- ¿Y Niurka? Puede que ella si lo haya hecho cuando tú eras cachorro, y quizá no lo recuerdes.

Niega con la cabeza.

- No. Ella respetó mis límites desde el primer día que llegué a sus vidas... Sé que le resultó doloroso, pero no podía hacer nada para evitarlo – dice en voz baja – Supongo que me acostumbré a ser un niño muy autosuficiente, porque no me quedaba de otra.

Mi omega siente una punzada de dolor al pensar en aquel cachorro de rulos que se ocupaba de sí mismo, porque a nadie más le importaba y cuando le prestaban atención, al parecer solo lo lastimaban. Es una idea demasiado triste, pero estoy tratando de que ese sentimiento no me invada, porque no quiero que él se de cuenta.

- Bueno, a mí me encanta hacerlo y me siento muy honrado – bromeo en tono cariñoso, tratando de alejar la tristeza que me produce conocer ese pequeño detalle.

- Quizá yo sea el honrado de tener a un omega tan lindo haciendo eso.

- Mmm... Creo que ambos somos afortunados – señalo, sonriéndole – Tú tienes a un lindo omega, y yo tengo a un apuesto alfa. Ambos ganamos.

Vuelve a negar con la cabeza.

- Definitivamente yo gane más – sentencia – Y no está a discusión, pequeño Bondoni.

Mi alfa y sus sombras más oscuras (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora