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Childhood sweethearts in New Year's day
One-shot (especial año nuevo adelantado porque no podré subirlo el mero día lloro)

La primera vez que la puerta del cuarto de hospital se abrió, entró un castaño de apenas unos cinco años, lleno de quemaduras, pero en su rostro no se notaba el dolor, es más, su sonrisa era tan enorme como el sol de las mañanas. Seguido de él, entró un pelirrojo también de unos cinco años, con sus ojitos cobalto llenos de lágrimas, que al ver a su compañero de habitación, dejaron de salir. El niño castaño lo vio por un buen tiempo, analizando porqué, esa mirada llena de lágrimas hizo su corazón latir.

○○○

Los doctores del hospital atendieron a los dos niños que, coincidientemente estaban llenos de quemaduras, uno más que otro, sin embargo el que se supone que debía de estar llorando, estaba platicando de una forma tranquila con el pediatra que le hacía preguntas como "¿Cómo te quemaste? ¿Con qué te quemaste?" Y el pequeño que más lloraba, tan solo tenía una leve quemadura en el brazo izquierdo. Pero teniendo en cuenta de que era solo un niño, esa herida tuvo que haberle dolido mucho. El castaño escuchaba como el pequeño niño se quejaba, que le dolía, que le ardía, que no le echaran GMS* porque le quemaría más la quemadura.

—Quédate quieto lindo, sino te arderá más—. Le sonrió dulce la doctora que sostenía su brazo quemado.

—Pero...me duele—. Sollozó.

—Ya dejará de doler—. Río, enternecida.

Por otro lado, con el doctor y el pelicafé que no dejaba de mirar de reojo al ojiazul, sus conversaciones nunca pasaron más que a la interrogación del pediatra y las respuestas del niño. Su tratamiento fue rápido, agradecían el hecho de que no había más gravedad en el asunto. Cuando los doctores se fueron el castaño fue el primero en hablar.

—¿Qué haces en un hospital para Año nuevo?—. Ah, si, era año nuevo.

—Me pregunto lo mismo—. Susurró.

—Yo me exploté un cuete* en la mano—. Río.

—¿Haa?—. Exclamó con su vocecita llena de impresión—. ¿A propósito?—.

—Mmmj—. Asintió efusivo—. ¿Y tú?—.

—Que raro eres. A mí mi hermana me quemó con la vela que estaba usando para prender el incienso—. Relató.

—Pffft, que gracioso—. Río.

—No es gracioso, me dolió mucho—. Hizo un puchero.

—Ya, lo siento—. Se disculpó aún sin dejar de sonreír.

El pelirrojo se recostó en la camilla, suspirando mientras movía sus pies de un lado para otro, ensimismado en el movimiento de éstos y el otro niño también se le quedó viendo. Había algo en dicho pelirrojo que hacía su corazoncito saltar de alegría. No sabía si era felicidad u otra emoción, simplemente sabía que, eventualmente, el ver al ojiazul se convertiría en una rutina.

○○○

Para el próximo encuentro que tuvieron los dos niños ya habían cumplido los siete años. El castaño había crecido exactamente 1.6 centímetros, mientras el pelirrojo había crecido exactamente 1.5 centímetros. La misma puerta del cuarto de hospital se abrió, dejando pasar a un pelirrojo aguantandose el dolor en su rostro, también dejando ver al castaño que estaba siendo vendado en el brazo derecho con un parche en el ojo derecho también.

—¿Ustedes se ponen de acuerdo para quemarse en año nuevo?—. Los molestó la misma doctora que atendió al ojiazul hace dos años.

Ninguno de los dos chicos respondió a la broma de la pediatra, tan solo se limitaron a verse a los ojos, ocultando la inmensa curiosidad del porqué, otra vez para Año nuevo, se volvían a ver, en el mismo cuarto, con quemadas de nuevo. Pero guardaron silencio hasta que ambos adultos salieran de la habitación. Cuando lo hicieron, el primero en hablar está vez fue el pelirrojo, quien con mal humor dijo:

Soukoku: The SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora