Capítulo 35

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Durante todo el tiempo que ha durado esta pesadilla, me he dado cuenta de que mi vida no podría ser más imperfecta y que nunca seré la chica buena sin fingir en el trayecto

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Durante todo el tiempo que ha durado esta pesadilla, me he dado cuenta de que mi vida no podría ser más imperfecta y que nunca seré la chica buena sin fingir en el trayecto. Soy igual que Dante, lo negué al principio y ahora debo aceptarlo. Los dos somos farsantes. No conozco las razones por las cuales se convirtió en un monstruo, pero sí conozco las mías; la diferencia entre nosotros se basa en que yo me esforcé en ocultar mi lado oscuro para encajar, tomé medicamentos, fui a terapia, estuve en un centro psiquiátrico y cuando no tenía esperanza de mejorar, conocí a mis amigos y supe que debía ser una buena persona para ellos. Por el contrario, Dante nunca tuvo que fingir que era bueno, salvo cuando se obsesionó conmigo y creó esta red de mentiras en la que estamos atrapadas.

Quizás Dante, Angela y Roman fueron corrompidos por alguien externo. La maldad humana es infinita y está en todos nosotros, esperando ser estimulada y liberada. Ellos acaban de liberar esa pequeña chispa que resguardaba en mi interior. Sabía que perdería el control en algún momento, no obstante, lo que siento no es algo liderado por el mal, sino por la intensa necesidad de proteger a Aria de Ángela.

—¡No la toques! —grito con furia mientras aprieto la cuerda con intensidad. Me quema los dedos y rompe mi piel, sin embargo, no me detengo. Ángela se sostiene el cuello tratando de respirar, sorprendida por el ataque.

Aria se queda en shock, batallo con la pelirroja y uso el peso de mi cuerpo para jalar el suyo hacia atrás. Se sacude con desespero, el instinto de supervivencia reaparece en mi y me advierte que sí la libero, sería nuestra sentencia de muerte. Los sonidos que hace intentando tomar aire suenan ahogados y los jadeos son como los de un animal indefenso. Sigo torciendo la soga y dándole rodillazos en la espalda. Retrocede con velocidad y me estampa contra la pared, mi cabeza recibe el mayor impacto, la desorientación es tanta que me descuido un segundo y logra quitarse la cuerda del cuello.

La pelirroja inhala y exhala descontroladamente mientras se sostiene la garganta.

—¿¡Cómo te atreves!?

Viene hacía mí con los ojos centelleantes de rencor y me propina una patada en el estómago que por poco me hace vomitar las entrañas. Me retuerzo de dolor y tengo arcadas. Ella vuelve a patear, busco protegerme con los brazos sin éxito, el siguiente golpe lo recibe mi pecho y el área de mis costillas. Saboreo la sangre en mi boca y se me escapa un chillido.

—¿Crees que eres diferente, Medara? ¿En serio crees que vas a marcar la diferencia? —me escupe, ya recuperada—. ¿Sabes a cuántas personas les hemos hecho lo que a tí? Esas chicas no fueron las primeras y tampoco serán las últimas. ¿Sabes cuántas lucharon por sus vidas? Todas, pelearon y suplicaron, no eres más que una del montón que morirá sola aquí.

Me río y tiemblo, entreabro los ojos y la veo hacia arriba con una sonrisa dolorida. Su ceño se frunce, confundida por mi gesto burlesco.

—Tal vez sea una del montón, pero hay algo que no consideraste —me enderezo sobre los codos y me muestro fuerte. Soy fuerte.

Med: Acosador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora