Capítulo 1

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—Chicago, 15 de septiembre—

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—Chicago, 15 de septiembre—

—10:48 pm—

Med Rolling

La música suena a tope y mi cuerpo se siente ligero, bailo al ritmo de la canción dejándome llevar por esta ola de emociones que me inundan de una manera increíble. Mi cabello se mueve libre y mis movimientos se hacen torpes, pero no estoy ni cerca de querer detenerme.

Nunca me había sentido así.

Debe ser el alcohol en mi sistema o la necesidad de desquitarme por todo lo que está pasando en mi vida. Esto es nuevo para mí y por alguna razón me gusta. Las personas se divierten, beben, festejan y son presos del intenso volumen que resuena en el lugar.

¿Cómo es que no lo intenté antes?

El sudor baja por mi frente y un par de mechones se adhieren a mi piel durante el desenfreno. Sonrío sintiéndome diferente, más fresca y relajada. El meneo coqueto me agota, mi garganta se seca y pienso que no ha pasado mucho desde mi último shot, por lo que tomarme otro no parece una mala opción.

Volteo para saludar a mis amigos desde el centro del club y me sorprende no encontrarlos en la barra. Mi sentido común trata de regresar, me incita a alejarme del grupo de gente y llegar hasta esa esquina abriéndome camino entre el tumulto de fiesteros.

Me freno a pocos metros al divisar la ausencia de los chicos e instantáneamente pienso en que han optado por ir a un espacio más privado. Sin embargo, mi tono calmado se desvanece y me invade una sensación extraña.

Siento cómo si alguien me estuviera observando.

No puedo describirlo, el instinto me empuja a creer que me vigilan. No me miran de forma inocente, no los ubico y aún así puedo captar que algo no va bien.

Giro nerviosa en las direcciones disponibles, lo único que veo son chicos bebiendo. Maldigo por lo bajo al notar que la iluminación es un obstáculo enorme, las luces van de un punto a otro y varían en su totalidad: azul, blanco, verde, gris.

Decido desplazarme a un costado con la esperanza de hallar a mis amigos, me separo del centro abrumada y ahí es cuando lo percibo.

Una mirada cargada de deseo.

Un par de ojos llenos de malicia.

Unos orbes sin color que me preguntan desde la lejanía:

«¿Quién eres?»

Y lo complementan con un:

«Me tientas a acercarme a tí»

Un individuo a lejana distancia yace inmóvil, con su atención clavada en mi ser. Su postura es rígida, es alto y parece amenazante. Me quedo paralizada, espero un momento rogando con que se desvíe y esta situación solo haya sido producto de mi imaginación pero no es así.
Maquino un momento en el que las palabras que pensé salen de esos labios inertes y la angustia que me producen es insólita.

Med: Acosador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora