🦋Perfectamente Imperfectos🦋

🦋Capítulo 28

~Mariana~

—Se cuidan, ¿sí? —repite por cuarta vez mi padrino.

—Que sí papá —le responde su hija, mientras gira los ojos con exasperación.

Estamos en la puerta de la casa de Valentina, despidiéndonos de sus padres, mejor dicho, de mi padrino, porque su madre está trabajando. Arturo toma de las mejillas a su hija, para llenarle la cara de besos. Ella ríe divertida, intentando escapar de su agarre.

Lucas, Bruno y su padre, están hablando junto a la camioneta. Fede está a mi lado. Estamos esperando a que mi padrino termine de despedirse de mi amiga, para emprender el viaje. Siento la mirada de mi amigo, clavada en mí, pero mis ojos no se separan de la escena padre e hija que hay frente a mí.

Empiezo a ver borroso por las lágrimas contenidas, mas no las suelto. No van a salir, ya no voy a llorar más por Samuel. Nunca más.

—Bonita —me toma por la barbilla y gira mi rostro. Me encuentro con el suyo. En él no veo el semblante de diversión que tanto lo caracteriza, ahora se encuentra la comprensión, el cariño y la tristeza—, no sufras por algo que no fue, mejor peleá por algo que sí puede ser —con su cabeza señala a Lucas.

—Lucas y yo... no... no estamos... —mi cerebro deja de funcionar por la presión que comienzo a sentir dentro mío. Ahora sí que la embarré. Se suponía que nadie lo sabría, se suponía que era algo entre nosotros dos, y en este momento lo saben tanto Bruno como Fede. Nadie se debería de haber enterado, esto era un secreto. Si alguien más se llega a enterar... Si le llegan a hacer daño a Lucas, nunca me lo perdonaría.

—Ey, tranquila, no se lo voy a decir a nadie. Aunque... es obvio que hay algo entre ustedes —sonríe, y en sus mejillas se crean hoyuelos—, sus miradas los delatan, y que no pueden estar ni dos minutos sin tocarse, claro.

Mi puño va a parar en su hombro, haciendo que él retroceda un poco. La primera reacción de él, es de sorpresa, no se esperaba que le pegara, ni mucho menos que lo desestabilizara por un segundo. Sin embargo, luego empieza a reír. Yo solo le quería pegar suave, para que dejara de decir esas cosas, porque estaba logrando poner mi cara como un tomate.

Fede, aún riendo, rodea mis hombros con un brazo, atrayéndome a su costado.

—Tenés fuerza, bonita. Luego agarramos distraído a Bruno, y lo tiramos al agua, ¿te parece? —propone con la emoción de un niño al estar a punto de hacer una travesura.

Entre risas, caminamos hacia mi padrino. Arturo, al percatarse de mi presencia, libera a su hija. Me mira con cariño. En su rostro hay una sonrisa tímida. Tomando a todos por sorpresa (en especial a mi tío), me tiro a sus brazos, apoyando mi rostro en su pecho. Al principio parece sorprendido, con los brazos algo abiertos, pero sin tocarme, hasta que reacciona, y me abraza como ha querido hacer por tantos años. Es la primera vez que yo busco un abrazo suyo, y no sabía que se sentían tan bien. No es mi padre, y nunca se sentirá como tal, pero es mejor de lo que recordaba.

Siento cómo su pecho se infla de alegría, de emoción y cariño. Mi padrino es una de las pocas cosas que mi padre me dejó, y no puedo seguir viviendo alejada de algo que quiero. Como dijo Fede, no tengo por qué sufrir por algo que no puede ser, mejor disfruto lo que tengo, y lucho por lo que quiero.

—Te quiero, mi princesita —me susurra al oído.

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Ya en la camioneta, Rodrigo (el padre de Bruno), y Fede, el cual está sentado en el asiento del copiloto, hablan sobre el último partido de un cuadro de fútbol extranjero. De fondo, suena música de Mercedes Sosa, a un volumen apto para que se pueda hablar con normalidad. Detrás del asiento del conductor, está Lucas, seguido por mí, y luego Bruno, con Valentina sentada en su falda. Los dos últimos están sumergidos en su mundo color de rosas, besándose, riéndose, hablando, o tan solo mirándose. Eso sí, todo muy acaramelados, por lo que no me tomo ni el momento de mirarlos. Ya es bastante incómodo tenerlos a mi lado, y escuchar los sonidos que hacen cuando se besan (comen).