🦋Capítulo 53

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~Mariana~

Es horrible ver a la persona que estuvo a tu lado toda tu vida, postrado en una cama. A la deriva. Entre la vida y la muerte.

Quiero ayudarlo, pero no hay nada que pueda hacer, más que acompañarlo. Estar a su lado. Velar su sueño indefinido. Me gustaría poder saber si nos escucha cuando le hablamos, si está soñando, o si solo duerme. Me gustaría cambiar de puesto, que él esté bien, y yo en su lugar. Yo ya viví todo lo que una persona debería vivir: obtuve un abrazo de mi padre, conocí lo que es ser parte de una familia, recibí amor, amé, superé parte de mis dolores, reí a más no poder, viajé, soñé, y perdoné. Diego no ha hecho ni la mitad de las cosas, y cómo me gustaría que pudiera hacerlo.

Daría todo para que él volviera a abrir sus ojos.

Mis tripas rugen, hace más de quince horas que no ingiero ningún tipo de alimento, ni bebida. Sé que no hago bien, pero no quiero alejarme de Diego. Tengo pavor de irme, y que él se vaya, sin darme la oportunidad de decirle todo lo que siento. Los párpados se me vuelven cada vez más pesados, sin embargo, no me dejo vencer por el sueño. Todavía faltan un par de horas para hacer el relevo con mi padre.

Escucho un golpeteo en la puerta, y sin esperar respuesta, se abre. Lucas aparece con una sonrisa tímida, y una bandeja con comida. Sonrío sin esfuerzo.

—Hola. Supuse que no habías comido, así que te compré algo en la cafetería.

—Gracias, pero...

—No acepto un «no» como respuesta. Te tenés que alimentar, Mariana.

—Te iba a decir: «no era necesario». Aunque de todas formas iba a aceptarlo porque estoy que no aguanto más —mi sonrisa aumenta al ver su rostro lleno de pena. Una ola de ternura me invade por completo, es muy adorable.

Me tiende la bandeja, y la tomo. Hago espacio en el pequeño sofá, para que él también pueda sentarse. Comienzo por la torta de fiambre, pero antes, la corto a la mitad, y le ofrezco uno de los trozos.

—¿Me acompañás?

—Siempre.

Logro ignorar el cosquilleo en mi panza, por casualidad. No sé qué pensar de su respuesta, y menos de lo que me dijo hace dos semanas atrás. Me extrañó. Al igual que yo a él.

¿Debería pedirle que se aparte de mi vida, que me deje en paz? Porque a decir verdad, no quiero hacerlo. No cuando a su lado me distraigo, y dejo de atormentarme. No lo uso como un escape, tan solo me permito disfrutar del tiempo que compartimos, el cual siempre me deja de mejor humor.

Es difícil de creer, porque yo realmente creí, un mes atrás, que no podría volver a soportar su presencia. Las vueltas que da la vida. Hoy no solo la soporto, también la disfruto.

Comemos en un silencio agradable, que me aligera de la tensión que manejo últimamente. Mis ojos no se despegan de mi hermano, esperando a que en cualquier momento mueva alguna parte de su cuerpo, un dedo, un pie, la cabeza, algo. Para mi desgracia, no hace nada. Suspiro con pesadez. Nunca pensé que algo así podría sucedernos. Nunca pensé que alguien a quien de chica creí sólido y fuerte, hoy se vea tan frágil y vulnerable. Me parte en dos verlo de esta forma, sin saber cuándo va a volver a la vida.

No extraño al hermano controlador y tóxico, pero sí al que me cuidaba por las noches, quien siempre veló por mí, quien me abrazó cuando las pesadillas me paralizaban. Extraño al verdadero Diego.

—¿Y... sabés cómo fue el accidente? —cuestiona Lucas, tras beber de su botella de Coca-Cola.

—Sí —me aclaro la garganta—. Él iba manejando, y perdió el control del auto. Lo bueno es que no chocó contra otro conductor, pero terminó dentro de un local. Una panadería, si no escuché mal.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora