🦋Perfectamente Imperfectos🦋

🦋Capítulo 26

~Mariana~

Los días pasan sin ningún cambio, es como vivir en una calma extraña. Es una calma si no tomo en cuenta mis pesadillas, claro. Ellas nunca me abandonan, siempre están para mí en las noches, siempre, sin falta. Una de las pocas cosas que quiero que me abandone, no lo hace, así de suertuda soy.

Diego me llama todos los días, preguntando cómo van las cosas por acá, y si mi madre tuvo el descaro de traer a alguien a casa. Le respondo siempre lo mismo: que no, que ella apenas y pone un pie acá. Algo que no es mentira. Casi ni entra por la puerta, pasa el mayor tiempo fuera, y solo viene a dormir, y a veces, ni llega.

Sé que a mi hermano le costó horrores irse, él nunca se ha separado de mí por tanto tiempo. No desde... 

Aunque su ausencia me pone intranquila, también me siento en calma, es como una pequeña libertad dentro de todo.

Cuando no estoy con los chicos (que es prácticamente nunca, ya que pasamos casi todo el tiempo juntos), me la paso encerrada en mi cuarto, leyendo, como ahora. En mis manos sostengo un nuevo libro, que fue un regalo por parte de Lucas. En una de las salidas con los chicos, me preguntaron qué me gustaba hacer, y yo respondí que amaba leer, y que hacía tiempo estaba juntando plata para comprarme un nuevo libro, uno de mi escritora favorita. Días después, Lucas se presentó con un regalo en las manos. Un regalo que prometía (y que cumplió) ser el mejor obsequio que alguien me haya dado.

Y así fue, se convirtió en todo para mí.

Según él, era un regalo porque en mi cumpleaños (día en el cual nos conocimos), no me regaló nada. 

Al principio lo único que pude hacer, fue reírme. Reírme a todo pulmón.

«—¿Cómo se te ocurre regalarme algo? —intento controlar mi risa. No puedo creer que haya sido capaz de regalarme algo.

—¿Cuál es el problema? Pasé frente a una librería, y me acordé de vos —comenta con despreocupación, encogiéndose de hombros.

¿Es que no entiende lo que para mí significa? Para mí es como si me regalaran parte de un mundo, de un nuevo mundo. Es darme cuenta que él se fija en los pequeños detalles, como saber que mi autora favorita es Alice Kellen. Sí, es un libro de ella, para ser específica: «El día que dejó de nevar en Alaska». Un libro que he estado deseando leer hace mucho tiempo, pero no tenía dinero para comprarlo.

—¿No te gusta? —su semblante cambió, ahora parece preocupado y nervioso. Con una sonrisa demasiado boba (debo de admitir), me acerco a él. En una mano sostengo la bolsa con el libro dentro, y la otra la uso para tomarlo de la nuca, e inclinarlo hacia mí.

—Es lo más tierno que han hecho por mí. Muchas gracias, chico tacleador.

Y sin reparos, mis labios hacen contacto con los suyos. Me encanta sentir sus suaves labios en los míos, es relajante. El beso se vuelve más intenso en el momento en que sus manos me toman de la cintura, y me aprietan contra su cuerpo. No es la primera vez que siento esa extraña presión en mi bajo vientre, cuando se trata de tener a Lucas cerca de mí. Como tampoco es la primera vez que me aparto al sentir que todo se vuelve más vehemente. 

No me gusta imaginar lo que puede pasar sin nos dejamos llevar. No me puedo imaginar que Lucas me toque debajo de la ropa, no. Aún no estoy preparada.»

Aún tengo el recuerdo de otras manos en mí. Y me odio, odio recordarlo cuando estoy con Lucas. Pero no lo puedo controlar, no puedo detener las imágenes de esa noche, solo aparecen. Llegan y me desgarran más por dentro. Su aroma vuelve a mí, al igual que su barba raspando mi piel, y sus manos torpes rasgando mi cuerpo sin tapujos. En esos momentos, me dan muchísimas ganas de llorar, de gritar, de salir corriendo y esconderme en mi lugar seguro, el problema es que ese lugar ya no existe, ya no me protege. Ahora es solo un lugar de cuatro paredes en el que me siento morir sin encontrar ningún salvavidas. Lo único que hago cuando esos recuerdos me inundan, es meterme bajo el agua de la ducha, y pasarme horas allí metida, lavando mi cuerpo hasta que termina rojo de tanto raspar en él.