🦋Capítulo 29

734 49 109
                                    

~Mariana~

—¿Me queda bien?

—Te queda perfecto, Val.

—No sé, ¿y si se me escapa una teta?

—Te la guardas, y listo —ella está a punto de refutar mi comentario, pero me le adelanto—. Además, seguro que entre esos tres, han visto más tetas de las que podemos contar.

Mi amiga y yo estamos metidas en nuestra carpa, ella probándose trajes de baño y yo con un libro en las manos, si no leo, no soy yo. Val está muy preocupada por cómo le queda la malla que se acaba de poner. Para mí le queda perfecta, en cambio ella ya le creó más de veinte peros.

Luego de hacer un corto recorrido por el bosquecito, decidimos que lo mejor sería descansar un poco (entiéndase, dormir). Y ahora estamos a punto de meternos al agua (ya me saqué la venda de la cabeza, por suerte no tengo que volver a usarla), si mi amiga se apura, claro. Los chicos hace más de quince minutos que se metieron. Yo estaba lista al mismo tiempo que ellos, pero Val no, así que me quedé para esperarla, y leer un poco, obvio.

Me había planteado leer en el camino hasta acá, pero un pecho duro, y unos brazos acogedores me distrajeron de mi objetivo, y no me arrepiento, ni me quejo.

Val hace una mueca de asco, para luego hablar:

—No sé si me quiero imaginar a Bruno viendo tetas, tetas que no son mías, para ser concreta.

La que hace cara de asco esta vez, soy yo.

—Y yo no me quiero imaginar a Bruno viendo tus tetas, ya estoy muy traumada en la vida, gracias.

Valentina vuelve a analizar su bañador por décima cuarta vez, ignorándome. Y yo vuelvo la mirada al libro. Hace unos días que terminé el libro que me regaló Lucas, y ahora estoy leyendo un libro que tenía pendiente desde hace mucho, uno que me regaló Irene, mi vecina, por mi cumpleaños. Trata de los Nazis, y un periodista que está buscando información sobre uno de ellos en especial. El libro se llama «Odessa» de Frederick Forsyth, está muy bueno, y ya le estoy tomando el gustito, solo que al comienzo como que me mareé un poquito. Ah, y los nombres raros que aparecen, ni siquiera hago el intento de pronunciarlos, tengo miedo de invocar algo en el proceso.

Por fin mi amiga se convence de que así está perfecta, y salimos. El único que está en el agua es Fede, muy concentrado jugando con una pistola de agua, una que no sabía que había traído. Bruno y Lucas en cambio, están sentados en sus sillas playeras, de espaldas a nosotras, y con vista a su amigo. En cuanto se dan cuenta de nuestra presencia, cortan su conversación, y se giran para mirarnos. Luego de una eternidad, en la que Bruno casi se come con la mirada a Val, se levanta y llega hacia nosotras.

—Estás... Te queda... Ah... Eh...

—¿Estoy bien...? ¿Mal? ¡Hablá!

Lo más disimulada que puedo, le pego una patadita suave en su pierna. Al tenerlo a mi lado, y que la mirada de mi amiga esté fija en él (ansiosa por una respuesta), ayuda a que todo salga perfecto. Bruno reacciona al instante.

—Eh... perdón —se aclara la garganta—. Estás perfecta, Valen. Siempre lo estás, pero es que nunca te había visto así, y es un poco... ¡Guau! Sos hermosa te pongas lo que te pongas...

Estoy segura que él habría seguido con su vómito verbal de no ser porque Valentina lo calla con un beso, un beso que se vuelve un poco incómodo para mí cuando empiezan los sonidos y los arrumacos. Paso por su lado, ignorándolos lo más que puedo. Me detengo al llegar a Lucas, y me siento junto a él, en donde antes estaba nuestro amigo. Cuando me giro para mirarlo, me doy cuenta que él tenía los ojos clavados en mí, con la boca entreabierta.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora