🦋Capítulo 12

808 57 11
                                    

~Mariana~

—Dale —insiste.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque lo vas a saber cuando lleguemos.

Se para en seco, frente a mí, ocasionando que yo frene de inmediato. Estamos a menos de treinta centímetros de distancia, y debido a eso, tengo que levantar la mirada, para poder ver su rostro. Los focos de las veredas alumbran las calles desiertas, siendo esta la única fuente de luz. La mitad de su rostro se encuentra en penumbras, mientras el otro es iluminado. Es sus labios se ve el cambio de iluminación a la perfección.

Trago en seco cuando una punzada (que nunca antes había sentido) llega a mi bajo vientre.

—No sos una suicida, ¿cierto? 

Al hablar, en su rostro no hay rastro de broma, está completamente serio. Me analiza en silencio. Parpadeo un par de veces (demasiado rápido), procesando su cuestionamiento.

No lo controlo, libero una carcajada que en mi vida había escuchado salir de mí, él me mira con el seño fruncido, algo irritado por mi evasiva a su pregunta, y ahora, por reírme en su cara.

—No me parece gracioso. 

No puedo parar de reír. Mi cara inicia a volverse roja, mas no logro detenerme. Lucas cruza sus brazos sobre su pecho, y comienza a repiquetear el pie izquierdo en el asfalto. Intento regular mi respiración, pero es en vano, se descontroló a causa de la risa. 

—Cuando termines, avísame.

Nunca me había reído así, nunca había llorado de la risa, hasta hoy. Es... una sensación nueva. Una que no me disgusta sentir, de hecho, me gusta, es agradable. En toda mi vida, jamás de los jamases me reí con una persona que no forma parte de mi día a día, o que considero alguien importante, y ahora... Con Lucas sí. ¿Eso está bien? ¿Por qué puedo reírme sin que me importe que me pueda salir algún sonido extraño? No lo entiendo. Y tampoco pienso mucho en ello. 

Cuando consigo tomar el timón de mi cuerpo, por fin, respiro pausadamente para calmar mi respiración, que está hecha un asco. Tardo varios minutos. Una vez que la risa es solo un recuerdo, suspiro, y hablo con toda la sinceridad que manejo.

—Perdón, no me reía de vos.

—Bueno, no pareció —deja de repiquetear su pie. Sus brazos siguen cruzados sobre su pecho, y su mirada me suplica que le responda—. ¿En serio no me lo vas a decir?

Luego de nuestro corto juego de preguntas y respuesta, Lucas empezó a preguntarme la razón para ir a las vías del tren. Yo no le he querido contar la razón. Si se lo digo, quizás y me abandona a medio camino, y yo odio caminar sola de noche, me da miedo. Terror. 

¿Lo estoy utilizando? Me apena, pero sí. ¿Podría haberle pedido a Val que me acompañase? No, es una sorpresa para ella, un poco adelantada, de hecho. Dentro de un mes y semanas (el quince de abril, para ser específica), Valentina cumple diecisiete años; ella toda su vida ha querido adoptar un perro, pero sus padres no se lo permitían, hasta hace unos días que los logró convencer. Aún no encuentra un perro, por lo que yo, su humilde servidora, me puse en contacto con una persona que estaba regalando perritos. Al final, arreglamos en que nos encontraríamos hoy, luego de que saliese de trabajar. Así que, como claramente no le iba a pedir un favor a Diego, le escribí a Lucas.

—Si te lo digo, no me vas a dejar ir sola, ¿verdad? —no responde, solo me observa, expectante y dudoso. Tragándome el miedo que siento a que me abandone justo ahora, contesto su tan repetida demanda— Voy a buscar a un cachorro. 

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora