🦋Perfectamente Imperfectos🦋

🦋Capítulo 60

~Mariana~

Tres meses han pasado desde la muerte de Lurdes. Me enorgullece decir que Mario fue más fuerte de lo que todos creíamos. Él lloró durante días, hasta que un día se levantó de la cama, y salió de la habitación. Desde ese entonces, se plantea vivir el momento, y no analizar demasiado las cosas. Por eso, cuando con mi padre lo invitamos a vivir con nosotros, él aceptó. No quería quedarse en esa casa donde su pesadilla se hizo realidad, ni en esa ciudad.

Hace un mes comenzó terapia, Simón lo contactó con un psicólogo de acá, el cual, nos atiende a ambos. Los primeros días, se mantuvo callado, mirando la decoración del consultorio, hasta que sus lágrimas salieron y de ahí en adelante también lo hicieron las palabras. Me estrujó el pecho escuchar las cosas a detalle (él quiso que yo estuviera presente en cada sesión, y hasta el día de hoy, es así), fue como estar en aquel lugar, viviendo su dolor, su incertidumbre, su desesperación. Su padre le dejó un trauma de por vida, y yo en lo único que puedo pensar, es en que Mario tiene un gran camino que transitar, pero sé que con la ayuda de un profesional, podrá aprender a sobrellevarlo. Algo que me tranquiliza, por lo menos un poco, es que esa basura que le tocó como progenitor, por fin está tras las rejas. Aunque su condena, no me pareció para nada justa, solo le dieron unos cuantos años.

Qué injusto. Una rata como él estará libre en las calles en unos cuantos años, y una mujer tan amable, bondadosa, y admirable, como lo era Lurdes, ya no podrá volver a respirar. Me enerva pensar que esto es lo que sucede la mayor parte del tiempo en casos de este tipo.

Mario camina a mi lado, conmigo colgada de su brazo derecho, y Val del izquierdo. Ellos se han vuelto cada vez más unidos, más cercanos, y me alegra. Me gusta que él esté conociendo más personas. Me gusta que no se deje hundir. Es un gran ejemplo a seguir.

Trato de participar de la conversación, pero mi mente no está acá, unos ojos cafés y sonrisa hipnotizadora, se llevaron toda mi atención. Para poner en contexto, hoy Lucas me preguntó si podíamos vernos, yo no dudé al responderle que sí. No sé qué quiera, pero estoy nerviosa, y la uña de mi dedo pulgar, lo sabe. No paro de morderla. Desde aquel beso en su auto, nos hemos estado viendo, pasando tiempo juntos. Hemos ido al parque a jugar con chupetín, salido a dar paseos con Ami (quien está teniendo una mejor relación con su hermano), y charlado. Bastante.

Me gusta lo que estamos teniendo ahora, sin apurar las cosas, sin tomar decisiones apresuradas. Paso a paso, eso hacemos, y se siente reconfortante.

Su actuar algo serio (menos conmigo, ya que siempre tiene una sonrisa cuando estamos cerca), me apena decirlo, pero me genera ternura, porque su ceño levemente fruncido, me provoca unas inmensas ganas de plantarle un beso allí. Más de una vez lo hice, consiguiendo una reluciente sonrisa por su parte, una que me acelera las pulsaciones.

Lucas y los chicos, como me prometieron, han estado al pendiente de mi amigo, de hecho, lo han invitado a partidos, salidas y siempre llega de mejor humor. Creo que también están comenzando una amistad. Fede es quien más lo hace reír, son algo parecidos, y eso ayuda a que haya afinidad.

—¿Verdad, Mar? —Valentina me hace volver al presente.

—¿Eh? Lo siento, no... no estaba escuchando.

—¿En dónde estaba nuestra mariposita?

Sonrío por el apodo que Mario usa para referirse a mí. Me llama así desde que le conté sobre el lugar que tenemos Lucas y yo. Se emocionó tanto de que existiera un lugar como tal, que me empezó a llamar de esa forma. Estuvo toda una semana insistiendo en que quería libros sobre los lepidópteros, para saber más información sobre ellos. Mi padre, un día, sin avisarle a nadie, ni dar explicaciones, le compró todos los libros en donde hablara de mariposas. Mario quiso saltar a abrazarlo, pero Samuel fue más rápido, salió de la habitación. No lo voy a negar, me carcajeo cada vez que recuerdo a mi padre huyendo de los brazos de mi amigo.