🦋Capítulo 16

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N|A: Hola, nunca escribo una nota ni nada, pero bueno, siempre hay una primera vez :) Esta nota es porque, arriba, dejé la canción que Lucas le muestra a Mariana. Yo recomendaría que la empezaran a escuchar (si es que así lo desean) cuando dice: «La melodía llega a nuestros oídos...». Bueno, nada, eso era todo. Chau <3.

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~Lucas~

Cuando la vi llorar, algo se removió dentro de mí.

Esos ojitos negros, ahogados en lágrimas, su nariz sonrosada, sus hermosos labios rosados entreabiertos, sus mejillas empapadas por la lluvia de sus ojos. Su mirada estaba perdida, como ella. Esa imagen me rompió el corazón, verla llorar fue peor que el darme cuenta de que ya no hacía lo que tanto amaba.

No me gusta que las personas sufran, menos ella, no me gusta porque yo lo sentí. Creer que el dolor será eterno, que ese sentimiento te acompañará hasta el final de tus días, que nunca vas a poder ser feliz, o por lo menos, no tan infeliz. No me gustó verla como yo me vi años atrás. Ella no se lo merece, ella debería ser la persona más feliz y dichosa del mundo.

Por ella, daría mi propia felicidad. Por ella, dejaría que me rompiera. Solo por ella volvería a sentir ese vacío.

En esta semana y media que hemos estado hablando (cosa que fue mérito mío), la pude conocer un poco más. Es tan agradable hablar con ella, que sin darnos cuenta, pasamos horas y horas hablando, y no me aburro. ¿Pueden creerlo? Yo, una persona que detesta hablar por medio de un celular con otra persona, que prefiere mil veces hacerlo cara a cara, sin nada de por medio, porque de lo contrario me aburro, me duermo o contesto cada que pasa una estrella fugaz. Estoy muy sorprendido con ese gran cambio, aunque solo ocurre con ella, a los demás les sigo respondiendo cada que me acuerdo, y no tengo remordimiento alguno.

Una vez que mi madre por fin entendió mi mensaje, en el cual, muy amablemente le pedí que se fuera, y se llevara con ella a Amaia, una muy deprimida Mariana se acomodó en la hamaca, ese movimiento provocó que quedáramos más juntos. Su pequeño desplazamiento me dejó en una incomoda postura, por lo que sin pensármelo dos veces, decidí volver a la posición que tenía antes de ser interrumpidos por mi hermana. Esa enana nos corto nuestro agradable momento.

Coloco mi brazo tras su espalda, sin generar contacto alguno, y apoyo mi mano derecha sobre la tela de la hamaca. Ahora sí que estamos pegados, me gusta.

Solo espero que ella no se sienta incomoda.

Ni yo.

Somos la misma persona, tonto.

Bueno, bueno. Sin tanta agresividad, por favor.

A mi cabeza llega la letra de una canción, una que a mi madre siempre le ha gustado, y por consecuencia, la canta siempre que se acuerda de ella. Gracias a Alicia, ahora la estoy tarareando, mientras que con mi pie intento seguir el ritmo. Digo intento, porque no se me da nada bien, soy pésimo en esto.

—¿Cómo se llama? —pregunta una tímida Mariana.

Su voz, dulce y suave, pero con miedo de decir algo malo, me saca de mi mundo, algo que hago normalmente cuando abro la puerta de mi cabeza, y dejo que todos mis pensamientos me aborden de golpe. Avasallándome.

¿Eh?

¿De qué me perdí?

—¿Eh? —frunzo el ceño. De verdad que me perdí.

—La canción, ¿cómo se llama?

Ah... Yo ya estaba pensando que se había vuelto loca, pero no, festejen, todavía es nuestra.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora