🦋Capítulo 4

1.4K 95 11
                                    

~Mariana~

Nunca nadie me ha preguntado sobre mi vida (salvo Valentina). Nunca me enseñaron a expresar mis pensamientos o sentimientos. Después de aquel día... nunca más pude volver a confiar en alguien, la posibilidad de que otra persona rompa lo poco que pude arreglar de mí, me altera, me enloquece, me da pavor.

Ni siquiera puedo confiar al cien por ciento en Val, y me duele, porque sé que ella sí es sincera conmigo. Pero yo no puedo, no me sale, y temo que nunca pueda volver a confiar en los demás. Toda mi vida me hicieron sentir culpable del abandono de mi padre, me dijeron que con mi nacimiento arruiné a la familia que habían construido, que arruiné su sueño de una vida distinta, su sueño de una vida junto a la persona que más amaba. Mi madre, toda mi existencia se la pasó culpándome, ignorándome, repudiándome... odiándome. Cuando se entró que estaba embarazada de mí no fue en un buen momento, aun así lo usó a su conveniencia. Mis padres estaban muy distanciados, a punto de separarse, pero en el momento en que le contó que esperaba a su segundo hijo, él se quedó con ella.

El pulso se me acelera, mis manos sudan, mi estómago se revuelve, y la cabeza se me parte. No puedo respirar, intento una, dos, tres veces, pero no funciona. No puedo. La pregunta me tomó por sorpresa, nunca pesé que me la haría, ¿por qué una persona que apenas conozco se interesaría en mi vida? No tiene sentido.

Me gustaría poder hablar con alguien de lo que me sucede, pero no, no quiero, no puedo. Quiero superar mis miedos, quiero liberarme de la carga que llevo sobre los hombros, pero sola, y Lucas (ni nadie), aunque quisiera, me pueden ayudar. Esta es una batalla que debo pelear sola.

Pelear contra otras personas no es fácil, tenés que observar y analizar sus puntos débiles, tenés que estar atento a sus movimientos, a lo que te muestra y lo que oculta; tenés que convertirte en su sombra. Pero pelear contra uno mismo, eso sí es difícil. Enfrentarse a uno mismo es entender que hagas lo que hagas, no te vas a librar. Si no luchás contra eso que tanto odiás de vos, contra eso que no te deja dormir por las noches, contra tus temores y traumas, vas a vivir una vida de miseria, de soledad, de sufrimiento. Si te enfrentás a todo eso que tanto odiás de vos, sí, es probable que te duela, que sufras, que odies haber nacido, o que ni siquiera lo consigas y pierdas en el intento. Pero... ¿y si lo lográs? ¿No tendrías una vida mejor? ¿No te liberarías de ese peso que llevás dentro, y que nadie ve?

Yo solo quiero eso. Ser libre. Liberarme de la familia de mierda que me tocó, liberarme de mi madre, liberarme de mi hermano, liberarme del resentimiento que siento hacia mi padre; pero sobre todo, liberarme de mi yo autodestructiva. Quiero ser feliz, quiero tener una vida plena, quiero... volver a ser esa niña de cuatro años que confiaba en las personas, que tenía sueños, que amaba, que a pesar de que a su alrededor todo se caía, ella era feliz y podía sonreír.

Lucas me observa con sus ojos color café. En su mirada se encuentra la duda, y un destello de preocupación, pero no habla. Abro y cierro la boca, no sé qué decirle, no... no puedo hablar.

De a poco, voy soltando el aire que estaba reteniendo en mis pulmones.

Comienzo a hablar.

—No —me aclaro la garganta—. No tiene nada que ver —miento. El chico tacleador me analiza con la mirada, yo la evito, no puedo sostener una mentira, soy muy mala para ello.

—¿Segura? Porque no parecés muy convencida.

Necesito que se calle, necesito estar sola y pensar. No soy creyente, nunca en mi vida fui a una iglesia, no sé ni siquiera rezar, pero en este momento les agradezco a todas las deidades habidas y por haber. Bruno aparece en la habitación.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora