🦋Capítulo 33

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~Mariana~

Lucas me acompaña hasta la placita, y de ahí, camino sola hasta mi casa.

No puedo estar otro día fuera de casa, además, necesito hablar con Diego. Él no ha dejado de llamarme en ningún momento, pero yo no he respondido, no tenía fuerza para hablar.

Diego no debía haber dicho lo que dijo, él no tenía derecho a decir algo tan personal de mí. Pero ya está, ya lo dijo, y ahora debo enfrentarme a él. Sé que mi hermano ha sufrido en estos años, y que yo no soy la única víctima. Sin embargo, yo nunca lo he lastimado como él a mí, siempre traté de actuar de la mejor manera para ambos, en cambio él solo piensa en sí mismo.

Al abrir la puerta, un hedor a alcohol llena mis pulmones. Pero, ¿qué...? El comedor está lleno de botellas vacías. Camino hasta la cocina, y me sorprendo al encontrar más botellas de alcohol sobre la mesa. Ahí también está Diego, con los brazos y la cabeza apoyados en la mesa.

No entiendo nada, Diego no ha tomado en años, desde que era adolescente, y ahora...

Un recuerdo llega a mí, y me hace estremecer: él ahogado en alcohol (tanto que ni siquiera sabía cómo había llegado a casa), yo intentando hacer que reaccionara, mi madre gritándome por haber dejado que bebiera; y todo eso, dando como resultado que mi madre me diera una cachetada por primera vez. Eso nadie lo sabe, creo que ni ella se acuerda, porque no se sabía quién de los dos estaba más ahogado en alcohol, si Carla, o Diego.

Me acerco hasta él, y apenas le toco el hombro, se despierta. Me mira con sorpresa y arrepentimiento. Paso por alto su mirada, ahora no estoy para eso, solo quiero que se dé una ducha, y que descanse (ya está por anochecer). Cuando esté en sus cinco sentidos, hablaremos.

-Mar, viniste. Pensé que me dejarías, que no volverías, como papá -sus ojos están cristalinos, y su voz rota. Al hablar arrastra las palabras, y su aroma a alcohol me hace tener ganas de vomitar, odio el alcohol. Lo odio con todas mis fuerzas.

La mención de mi padre me molesta, no quiero escuchar de él, sin embargo, me controlo, no es momento para discutir.

-Levantate, vamos, tenés que dormir.

-No -niega con la cabeza-. Yo..., Mar, no quería hacerte daño, nunca te haría daño. Vos los sabés, ¿cierto?

Qué irónico, porque lo único que sabe hacerme es daño.

-Ajá. Ahora levántate.

Pasa un brazo sobre mis hombros, y comienzo a guiarlo hacia las escaleras. Nunca pensé que sería tan difícil ayudar a subir unas escaleras a una persona ebria. De hecho, nunca pensé que haría algo semejante, yo no suelo tener contacto con personas borrachas, por el simple hecho de que me traen malos recuerdos.

Antes de guiarlo hasta su dormitorio, lo llevo hasta el baño, necesita con urgencia una ducha.

-¿Qué...?

-Te vas a bañar, y luego a dormir. Dale, entra, yo te espero acá afuera.

Arrastrándose, entra, para diez minutos después, salir ya vestido con su pijama, el cual le alcancé hace unos segundos.

Parece que el baño le bajó un poco la borrachera, tiene mejor aspecto, y el color le volvió al rostro. Camina hasta su cuarto, agarrándose de la pared, sin permitir que lo ayude. Supongo que no debe de ser nada lindo para él volver a repetir la historia. Como tampoco es bonito para mí estar junto a un hombre borracho, el cual juró no volver a beber. Esta vida es cada vez más jodida.

Antes de entrar, se detiene, y me mira.

-¿Podrías quedarte conmigo? -creo que mi cara de piedra le dice claramente cuál es mi respuesta, por lo que rascándose la nuca, termina- Por favor.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora