🦋Capítulo 54

417 47 25
                                    

~Mariana~

—Vení, te voy a mostrar algo —me invita Amaia.

Las ganas de negarme son enormes (estoy a punto de explotar por todo lo que acabo de comer), de todas formas, no lo hago y me levanto para ir tras ella. Hace varios minutos que terminamos de cenar, y mientras sus padres terminan de recoger la vajilla, ella me toma por la muñeca, y me lleva hacia la segunda planta de la casa. En cuanto estamos frente a la habitación de su hermano, mi cuerpo se congela. ¿Por qué...? No. No sé si estoy preparada. ¿Quiere que entre a esta habitación?

¿Quiere que me dé un paro?

Ami, ajena a mi incomodidad, golpea la puerta, y tras unos cuantos segundos, esta se abre. Lucas luce algo perdido al encontrarnos allí, frente a él. No lo puedo evitar, mi mirada viaja por su cuerpo, y una descarga de energía en mi bajo vientre me hace temblar. Logro disimular muy vagamente el temblor de mi cuerpo (suerte que no me está mirando). Debería ser ilegal que esté así. ¿Cómo puede estar así? En pleno invierno. Está loco.

Y te está volviendo loca a vos, cielo.

No desmiento verdades.

Su torso está despojado de cualquier tipo de prenda que pudiera mantener oculta su piel, logrando que trague grueso. En el pasado él tenía un cuerpo definido, pero nada en comparación a cómo lo tiene hoy en día, todo parece más grande, más fuerte. Más ilegal. Su piel y cabello están húmedos, acaba de ducharse. Mi mirada, bien rebelde (juro que di todo de mí para no mirar esa parte de su cuerpo), baja más allá de su cadera. ¡La puta! No... ¡No lleva más que un calzoncillo! Negro.

¡¿Negro?! ¿No podía ponerse otro? O mejor dicho, ¿no podía ponerse un puto pantalón? Mis pulsaciones aceleradas no me dejan pensar con normalidad, eso, y que tengo a Lucas frente a mí, con muy poca ropa. Con casi nada, mejor dicho.

¿Amaia me llevó a ver a su hermano prácticamente desnudo? No me molesta, pero no creo que sea buena idea, por lo menos no con ella al lado.

Pero ¿qué estoy diciendo? Claro que me molesta verlo desnudo... Eso es lo que debería estar pensando, solo que no estaría sucedido.

—¿Sucede algo? —inquiere el David versión siglo veintiuno, y con ropa interior. Pasa su mirada de Amaia a mí, logrando que yo despegue mis ojos de sus partes íntimas. Ojalá no haya notado que me entretuve más de lo normal.

—Queremos ver a lobo. ¿Podemos pasar?

¿Lobo? ¿Quién...? ¡Ah!, chupetín míster pop.

—¿Ahora?

—No, mañana —ironiza Ami.

Esbozo una sonrisa de lado. Amo a esta niña.

—Tengo que dormir, Amaia.

—¿Y? —se encoge de hombros.

—Que si están dentro de mi habitación, no lo puedo hacer.

&¿Por qué no? Nosotras vamos a estar con lobo, no contigo, vos pordés dormir todo lo que quieras. A menos que...

—¿Que qué?

—A menos que te ponga nervioso la presencia de alguien... —sonríe con inocencia, y a la vez algo de malicia.

Toso. Me atraganté con mi propia saliva, así de bruta soy. Amaia me mira con las cejas alzadas, y sonriendo con más ganas. Creo que ya no la amo tanto. Bajo la mirada a mis manos, tratando de ocultar el rubor en mis mejillas.

—Solo unos minutos, mañana me tengo que despertar temprano, ¿okey?

—Ni que quisiera vivir en tu habitación —gira los ojos—, exagerado.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora