~Samuel~
Extraño su sonrisa dulce, su risa contagiosa, su mirada angelical.
La extraño. Como nunca creí poder extrañar a nadie. Pero ella... es especial. Es... No hay palabras para describirla. Y yo, soy la peor persona que se le pudo cruzar en la vida, y es irónico, porque fui quien ayudó en su existencia, a que ella sea real.
Mi pequeño angelito no se merece sufrir. Pero lo hace. Sufre. Por mi maldita culpa. Me duele, me duele haberle creado un dolor tan profundo (uno que de ser posible, borraría de su memoria), yo no quería, pero debía hacerlo. Debía irme. Aunque no quisiera. Porque es verdad, a pesar de que me haya costado darme cuenta, yo nunca quise alejarme de su lado. Yo quería vivir a su lado, verla crecer, responder sus preguntas, bajarle la fiebre, arroparla antes de dormir, darle el beso de las buenas noches, cuidarle el sueño, ir a los eventos escolares y aplaudir cada que la viera presentando su obra de teatro, hasta que me ardieran las manos. Tarde me di cuenta que ella era mi luz, quien me hacía más humano, más feliz. Ella... mi hija, es mi mayor dolor. Porque no puedo estar a su lado.
Todo este tiempo me he aferrado a su recuerdo, es lo que me mantiene con vida. El creer que en algún momento, nos volveremos a encontrar, y a lo mejor, comprenderá mis razones. Ya lo sé, es una creencia estúpida de mi parte, pero es lo único que me queda, soñar con su perdón.
No puedo soltarla, no puedo permitirme olvidarla. Eso jamás me lo permitiría. Nunca.
Yo jamás quise tener una familia, para ser honesto, se suponía que no volvería a tener una. Se suponía que siempre sería yo, y nadie más. Y así fue, hasta que llegó Carla. Yo tenía diecinueve, y ella dieciséis. Era una mujer muy hermosa en su exterior (siempre lo fue, pero solo en lo que proyectaba al mundo, porque su interior, no es más que mierda), ni en mis mejores sueños la habría conocido, sin embargo, si dijera que me enamoré de ella, estaría mintiendo, lo único que llegué a sentir, fue atracción. Nada más. En cambio, Carla se enamoró, y me convirtió en su universo, en su luz, su salvación. Qué puto chiste. Uno de muy mal gusto. ¿Cómo alguien puede buscar la salvación en una persona que está más rota? ¿Cómo yo la salvaría, si no supe ni salvarme a mí? Pero sobre todo, ¿por qué hacemos que una persona se convierta en todo para nosotros? ¿Por qué esperamos que alguien venga a salvarnos? Por mucho tiempo me hice esas preguntas, y recién ahora, años después, puedo formar una respuesta. Y, aunque sea simple, y repetida, es muy dolorosa: Las persona buscamos que otra sea nuestra salida, porque nos da miedo enfrentarnos a nuestros miedos. Detestamos la idea de luchar, y luchar, y luchar, y no conseguir resultados favorecedores. No conseguir aquello que tanto queremos, que es la felicidad. Nos cuesta entender que no existen los superhéroes, que nadie vendrá a rescatarnos, nadie quiere pelear las batallas de otros. Ni el más bondadoso lo quiere.
Yo ya tenía mucho con mis problemas, y no estaba para los que ella cargaba. Suena egoísta, lo sé, pero es la pura verdad. Nunca la quise, teníamos una relación, pero nada que durase por mucho tiempo. Cuando me enteré que sería padre por primera vez, me sentí presionado, atado, ahogado; yo no lo buscaba, pero apareció, Diego llegó. Era igual a su madre, pero con mis ojos. Recordar sus ojitos iluminados por la ilusión de poder tener su primera pelota de fútbol, y sus pequeños brazos envolviendo mi pierna, al tiempo que gritaba de alegría, me forma una sonrisa en el rostro. Él me quería... mas yo no a él. No lo podía ver con ojos de amor, porque a mí nunca me miraron así. Él me decía héroe, y yo me creía el villano. Él me abrazaba fuerte para que no lo soltara nunca, y yo lo solté. Lo dejé, aun cuando me suplicó en silencio que no lo hiciera.
En el momento en que vi su rostro en aquella ventana, por primera vez sentí algo por él. Sentí culpa.
Su rostro, su pálido rostro iluminado por una pequeña luz que llegaba de su habitación, se encontraba ahogado en lágrimas, sus manos temblaban contra el cristal. Nuestras miradas estaban enredadas fuertemente. Y fue en el momento en que pude despegar mis ojos de los suyos, que no tardé ni cinco segundos para emprender la huida. Mi huida.
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🦋Perfectamente Imperfectos🦋
Romance[COMPLETA] 🦋🦋🦋 Mariana Cervantes, es una chica que odia estar rodeada de personas. Sobre todo de hombres. Lucas Ruiz, es un chico sociable, siempre está rodeado de personas, ama pasar tiempo con su familia y amigos. Mariana aprendió desde muy chi...