🦋Capítulo 9

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~Lucas~

—¿Por qué no le hablas vos? —me pregunta Bruno.

Desde el viernes de la semana pasada, cuando Mariana vino a mi casa, no abandonó mi cabeza ni un solo segundo. Se me ocurrió hablarle, pero en el momento que entré en su chat, vi su nombre (o mejor dicho, como yo la agendé «Pitufo gruñón»), y su hermosa foto de perfil, no lo hice. Por alguna extraña razón, no lo hice. Me gustaría ser yo el primero en hablarle, y no Bruno, pero ya lo he intentado varias veces, y cada vez que quiero escribirle, me trabo, mi cerebro queda en blanco y no sé qué decirle. Y tampoco quiero ser muy pesado.

Sos pesado, Luquitas. 

Okey, gracias conciencia.

La cuestión, es que se me ocurrió hacer una salida de amigos (aunque yo no quiera ser su amigo), entre pitufo gruñón, la drogada, el drogado y yo; pero como mi cerebro últimamente decidió abandonarme, le tuve que pedir ayuda a Bruno, él está más que contento. Según mi amigo, le gustó pasar tiempo con Mariana (somos dos), y le gustaría poder volver a ver a Valentina.

Yo todavía no entiendo por qué sus padres decidieron ponerles esos nombres, a Mariana, pitufo gruñón le queda perfecto, y a Valentina, la drogada entra con anillo al dedo con su actitud. En fin, los padres de hoy en día.

—Porque mi celular no tiene batería, capo —miento descaradamente. No me gusta estar con mi celular sin batería. Bruno me escrudiña demasiado, creo que hasta está viendo mis órganos, mas no hablo, no quiero que descubra mi mentira. 

—Okey, yo le hablo —¡si! Hace una pequeña pausa, mientras saca su celular del bolsillo trasero de su pantalón, un vez lo tiene en su mano, vuelve a clavar su mirada en mi—. Ah... y no te creas que me tragué tu mentira, lo hacés horrible. Necesités con urgencia clases de actuación. 

Ja... ja, qué chistosito.

Igual tiene razón, mentir no es lo mío, me pongo nervioso al momento de hacerlo. Y Bruno, tiene el bonus de que me conoce de casi toda la vida. Hay veces que hasta yo me sorprendo, o sea, nos conocemos demasiado, él sabe todo de mi, y yo sé todo de él, somos como hermanos.

Camino hasta su lugar, para luego sentarme junto a él. Estamos en mi casa, en la sala; hoy Carla, la madre de Mariana (qué raro sonó eso), no pudo venir a trabajar, según lo que mis padres me comentaron, tenía que ir al hospital a visitar a su madre, así que acá estamos, cuidando a Amaia. Y lo peor es que esa enana ni siquiera nos presta atención, le preguntamos si quería jugar a los juegos de mesa con nosotros, como el viernes, pero ella dijo que no, que sin Mariana no era lo mismo. Esos ojitos negros se ganaron hasta a mi hermanita, y me es difícil de creer, porque a Melissa, la cual es mi amiga desde niños, no la puede ni ver, cada vez que ella viene, Ami no sale de su cuarto; le he preguntado por qué no la soporta, y ella lo único que hace es encogerse de hombros. 

Bruno enciende su celular, para luego entrar en el chat de Mariana, la tiene agendada como «Vecina»Es más original pitufo gruñón. 

Bruno: ¿Cómo está la mejor vecina del mundo? [18:14]

—¿En serio? —cuestiono elevando mis cejas.

—¿Qué? —frunce el ceño mientras se encoge de hombros.

—«Mejor vecina del mundo», ¿en serio? Si apenas y cruzaste diez palabras con ella. 

Mi mejor amigo bufa, pero antes de poder seguir nuestra conversación, llega la respuesta.

Vecina: Hola, vecino. Bien, y ¿usted? [18:15]

—Puedo ver cuando una persona es buena o mala —pronuncia, burlón. Yo niego con la cabeza mientras muerdo mi labio inferior, con una sonrisa—. Además, ella me agrada.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora