🦋Capítulo 45

472 31 10
                                    

~Mariana~

Bostezo a la vez que refriego mis ojos, y me desperezo. Un ruido molesto me despertó, ni siquiera sé qué es, solo puedo asegurar que lo odio.

Al poner un pie fuera de mi nueva habitación, veo todo en penumbras, aún no ha amanecido. Cuando estoy por abandonar la oscuridad del pasillo, veo a Samuel salir corriendo de la cocina, para ir a abrir la puerta. El ruido molesto era el timbre.

—¿Dónde está?

En cuanto escucho la voz, mi cuerpo reacciona solo. Retrocedo, para que no me puedan ver.

—¿Qué hacés acá, Diego?

—Diego... —repite mi hermano, para luego emitir una corta risa carente de humor—, claro, yo no soy tu hijo, ¿no?

—Sí, sí lo sos. Pero eso no quita que me moleste verte en mi casa —la expresión en el rostro de Samuel es inquebrantable, luce serio.

—Yo no hice nada.

—¿Que no hiciste nada? ¿Me vas a decir que vos no me prohibiste ver a mi hija en cuanto supiste que estaba cerca?

—Lo hice para protegerla.

—¿A ella, o a vos?

Diego se queda en silencio. Samuel dio en el clavo.

Yo no sabía que él le había prohibido verme, de hecho creí que no estaba enterado de su presencia.

No puedo creer que se haya atrevido a prohibirle que me vea. Cada vez lo reconozco menos. Cada vez más, deja de ser el hermano que tiempo atrás admiré.

—No me interesa hablar de eso, vine hasta acá para buscar a mi hermana.

—Ella puede verte siempre que quiera, pero a esta casa vos no entrás.

—Es mi hermana...

—Yo en ningún momento les prohibí verse, solo que no en mi techo.

—Si Mariana se llega a enterar de lo que me estás haciendo, te va a odiar.

—Llegado el momento veré cómo lidiar con su odio. Ahora, andate.

—¡Es mi hermana! La quiero ver.

—Y podés hacerlo, pero...

—¡Ya! ¡La quiero ver ya! —lo interrumpe.

Samuel suspira, harto de tener que discutir a altas horas de la madrugada. Es un hombre que no sabe lidiar con las situaciones que le provocan estrés, por ese motivo, en esos escenarios, es muy probable que actúe de manera impredecible. Aunque por ahora, está manejando la frustración de una muy buena manera.

—Mariana está durmiendo, no es momento.

—No me importa, la...

—¿Como no te importó que Carla me echase de casa? ¿Como no te importó dejar que tu madre me gritase? ¿Así?

En cuanto escuchan mi voz, sus ojos negros se clavan en los míos. Samuel me pide disculpas en silencio, mientras que Diego me observa detenidamente.

—Mariana...

—No, Diego. Yo ya no te quiero ver. Gracias por haberme cuidado por tantos años, pero ya no quiero estar cerca tuyo —estoy poniendo todo de mí para no derramar ni una lágrima. Es un esfuerzo sobrehumano.

Intenta entrar, y acercarse, mas Samuel se lo impide al colocarse frente a él. La desesperación es notoria en el rostro de mi hermano, que está acompañada por el enojo que le produce no poder acercarse a mí.

🦋Perfectamente Imperfectos🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora