🦋Perfectamente Imperfectos🦋

🦋Capítulo 37

~Lucas~

Ella lloró como nunca había visto llorar a nadie. Lloró como si su propio cuerpo necesitase derramar lágrimas de sangre, sangre de sus propias heridas y traumas. Se despertaba llorando, y se dormía llorando. Así fueron sus primeros días.

Por suerte pude estar a su lado y acompañarla, al igual que mi familia. Quien estuvo al pie del cañón para ella, siempre, fue mi padre. Nunca lo había visto tan protector por alguien que no fuéramos nosotros, él la cuidó tanto o más que yo, le dijo cosas que ni ella misma sabía que necesitaba escuchar.

El día que la traje a mi casa, luego de decirle que la quería por primera vez, ella durmió entre lágrimas, y varias veces tuvo pesadillas. Se me helaba el cuerpo cuando escuchaba sus gritos de desesperación, miedo, e impotencia. Ella nunca se enteró de sus pesadillas, a la mañana siguiente, no recordaba nada. O eso me intentaba hacer creer. En sus ojos vi la mentira, sin embargo, no pude decirle nada, preferí que ella creyera que me engañaba, solo porque no estaba bien, y porque ella necesitaba sentir que tenía control sobre su cuerpo.

Fue la primera vez que la vi teniendo pesadillas, y eso siguió por varios días, yo me mantenía a su lado sin hacer nada, hasta que no lo soporté más, y mientras ella gritaba y lloraba, la abracé. La abracé como si temiese que en cualquier momento ella desapareciera. Tan pronto ella sintió el calor que mi cuerpo emitía, su llanto disminuyó gradualmente, y sus gritos desaparecieron.

Así fue como se me volvió una costumbre dormir abrazado a ella. Lo bueno es que parece bastante cómoda con eso.

Carla no ha vuelto a pisar esta casa, mis padres la despidieron luego de los sucesos y de enterarse cómo trataba a Mariana. Yo no puedo estar más agradecido con mis padres. Sé que no es muy lindo que se haya quedado sin trabajo, porque necesitaba ese dinero, pero mis padres ya no confían en ella, y para ser sincero, yo tampoco. Nunca lo hice.

Mi padre hoy planeó una salida en familia, y claramente nadie se pudo negar, ni siquiera Mariana. Nos subimos al auto, y emprendemos el viaje, nadie sabe a dónde nos dirigimos, salvo Esteban, claro.

—¿Cómo sé que no me van a abandonar por el camino?

Y ahí va otra vez.

Estoy a punto de girar los ojos, y suspirar con fastidio, pero pronto recuerdo que ese es un tema sensible para el pitufo gruñón que tengo a mi izquierda. Ella tiene sus ojitos negros fijos en sus manos, que juegan con el dobladillo de su short beige.

Por favor, que cambien de tema.

—Amaia, cielo, tu padre y yo ya te dijimos que dejaras de ver esa serie —mi madre se gira en el asiento del copiloto, para mirar a los ojos a su hija, que está detrás de ella.

—Casi Ángeles no tiene la culpa de que ustedes me vayan a abandonar, son sus decisiones —sus ojos se abren cual búho—. ¿Me van a abandonar y luego un señor malo me va a hacer trabajar? Yo no sé trabajar, soy chica.

En el último tiempo, Ami se obsesionó con esa serie que tiene más de diez años que se transmitió el último capítulo, y no solo eso, también quedó traumatizada con la primera temporada (la única que mis padres le permitieron ver, ya que las otras tres no son para niños), en especial con Bartolomé y Justina, para ella son como el cuco o el viejo de la bolsa de mi época.

Ay, qué viejo que sonó eso. Iugh.

Mi padre suspira cansado, y sin despegar ni por un segundo los ojos de la carretera, tranquiliza a su hija. No profundiza mucho en el tema, sabe que alguien no se está sintiendo cómoda con el tema.

—No Amaia, nadie te va a abandonar, tranquila.

Por el espejo retrovisor mira a Mariana, y cuando se da cuenta de que sus ojos están aguados, niega con la cabeza.