1 Puertas

3.5K 257 76
                                    

Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Eso es lo que suele decir mi madre... y espero que sea cierto, pues, después de trabajar siete años como ayudante en una clínica para animales, acaban de despedirme porque van a cerrarla; su propietario se jubila y, como no tengo el título, no puedo quedarme con el negocio.

Debo aprovechar esta situación para retomar mis estudios y licenciarme de una vez. Cosa que haría muy feliz a mi madre, porque Lucia Borges de Carvajal siempre me ha apoyado, aunque no le guste que sea veterinaria, ella y papá siempre quisieron que estudiara finanzas, o periodismo y así me podía hacer cargo del negocio familiar, pero a mí no me gusta estudiar esa es la verdad, me gustan los animalitos, pero eso de ir a la universidad siempre me ha parecido tedioso. El caso es que, cuando levanté mi voz y decidí no estudiar eso sino veterinaria, mi señor padre entró en cólera, se molestó muchísimo, y acto seguido redujo mi mesada a un mínimo casi inexistente, tuve que darle mi auto, y solo iba a recibir lo correspondiente a la mitad de mi matrícula, pues si quería estudiar veterinaria debía pagarme mis estudios, eso fue lo que dijo, la cosa estaba ruda con mi papá, entonces comencé a trabajar en la clínica veterinaria, pensé que sería temporal, me dije que me serviría para obtener experiencia y poder plasmar ese hecho en mi currículo, y poder ganar más dinero, pero sabía que este día llegaría. Sin embargo, me aferré con fuerza a la idea de que quizá, sólo quizá, Don Camilo aguantaría más años en activo tras dejar la docencia en la Facultad de Veterinaria y montar la bonita clínica en la que tanto tiempo he estado a su lado.

Soy una persona afortunada, no lo niego, porque mi jefe me ha enseñado muchas cosas y realmente creo que sé todo lo que tiene que saber un experto. No obstante, durante todo este período me he olvidado de un detalle, de lo más importante: acabar la carrera de Veterinaria, mi gran sueño desde la niñez, la mitad de la matricula que era depositada en mi cuenta, la usaba para pagar el alquiler del Champiñon, un depa todo cool que comparto con mi gran amiga Sofía y para algún gasto de la clínica, pero con su inminente cierre es hora de reanudar la universidad. Eso sí, después de tanto analizar las opciones, y tener la cuenta bancaria con bajos números, me tocará volver a casa de mis padres, será momentáneo mientras consigo otro empleo y acomodo mi horario, pero eso es algo para lo que tal vez no esté preparada a mis veintiséis años.

—Tyni, ¿Qué vas a hacer ahora? —me pregunta Sofía cuando le doy la noticia.

—Voy a tener que volver con mis padres con el rabo entre las piernas —le dije casi llorando

—¿Y me vas a dejar sola en el champi? —me dijo con una cara de tristeza

—¡Puta Vida de adultos! Fofi... No puedo seguir pagando mi parte del alquiler. Ya sabes que, si todo sale bien, pretendo reabrir la clínica en el futuro tras llegar a un acuerdo con don Camilo, él me prometió que, de momento, no la traspasará; la mantendrá cerrada hasta que yo pueda hacerme cargo de ella económica y profesionalmente... por lo que necesito ahorrar dinero, y graduarme pronto, necesito hacer las pases con los viejos, no tengo de otra.

—No me olvides pliiiis... tendré que buscar un rommie momentaneo.

—Claro que no lo haré seguiremos viéndonos, pero de todas formas que firme un contrato de tiempo determinado, no pretendo dejar mi champiñon.

—¡Que cagada!!! Medio champiñon vacío... ¿Y si te postulas por una beca o a alguna ayuda como joven emprendedora?...—me dijo desesperada.

—¡Sueñaaa! Ojalá encontrara a un alma de bien para casarme y que me tuviera como una reina —le dije en voz alta.

—¡Te fuiste muchoooo! Si dejaste a tus papás, de veras ahora quieres ser mantenida, Tyni, organiza tus ideas al cosmo.

—Bueno, puedo cambiar de opinión, ¿no crees? Necesito el dinero para mi clínica.

Mi Granjerita (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora