Mi Granjerita (Terminada)

28 De lado

Ni siquiera sé cómo han salido de mi boca esas palabras, pero, en cuanto Juliana se fue de la cafetería, mis ojos se llenaron de lágrimas. Reconozco que el plan que me propuso era bueno, pero no puedo aceptarlo. No quiero embarcar a don Camilo en esta locura y que pierda su libertad por mi culpa. Voy a acabar mi carrera, voy a quedarme con su clínica y voy rehacer mi vida.

«¿Y tu corazón? ¿Qué pasa con tu corazón?»

«Volverá a recomponerse. Ya lo hizo una vez, ¿por qué no dos?»

«¡Eres tonta, pero tonta mierda!»

Quizá tenga razón y esté tirando por la borda una oportunidad de ser feliz, pero es que no puedo sacrificar la vida de nadie por mi propio bienestar. Ya lo he hecho antes y mira cómo ha salido. Además, ¿qué pinto yo en un pueblo? Sé que a la larga me iba a cansar. Lo mejor es poner punto final antes de que sea demasiado tarde.

«¿Demasiado tarde? Eso no lo he entendido.»

«Antes de enamorarme perdidamente de ella...»

«Ya es demasiado tarde, bonita. Estás locamente enamorada de ella.»

No quiero admitirlo. Mi cabeza no quiere aceptar lo que en verdad siente por Juliana. Tengo miedo a dejarme llevar. Tengo miedo a sufrir. Cuando mi antigua pareja me dejó, sufrí tanto que intenté por todos los medios bloquear mis sentimientos para no enamorarme de Juliana, porque sabía que esto podría pasar, que llegaría el momento en el que ella se enteraría de todo y nuestra relación podría terminarse... aunque no estaba preparada para que Juls me perdonara.

Cuando estoy más calmada, me dirijo a la facultad. Don Camilo me ha facilitado el contacto de una profesora: Alma Moreno. Me dijo que ha hablado con ella para gestionar algunos trámites y ver si podía matricularme a estas alturas de curso, puesto que he sido alumna de la universidad. Aún un poco compungida, llego y pregunto por ella. Está en clase y me indican que la espere en el departamento. Tras una larga hora, aparece. Es una mujer con un aire risueño. Parece agradable.

-Buenos días. Usted debe de ser la señorita Valentina Carvajal. El profesor Camilo me ha hablado de su caso. He revisado su expediente y hablé con el decano. Puesto que en el pasado tenía un currículo espectacular y don Camilo habla maravillas de su desempeño laboral en su clínica, además de tener en cuenta lo que sucedió para que usted abandonara la carrera, hemos decidido hacer una excepción, pero se tendrá que poner al día con las asignaturas si quiere aprobar el curso, en eso sí seremos inflexibles. Estamos a punto de llegar a los exámenes de febrero y no vamos a ser benevolentes en ese aspecto. Si quiere aprobar, tendrá que estudiar y sacarse todas las asignaturas como cualquier otro alumno. Le facilitaremos los temarios y tendrá que entregar los trabajos igual que el resto de los alumnos. Le enseñaré las clases y le pediré a algunos de sus compañeros que la ayuden. Seguro que se pondrá al día enseguida. Su historial y las referencias de don Camilo indican que es una persona trabajadora y muy inteligente.

-Muchas gracias por esta oportunidad, profesora Moreno.

-Llámame Alma.

Ella sonríe, me acompaña a secretaría para revisar y llenar todos los papeles y después me enseña las aulas. No han cambiado demasiado desde que yo estudiaba aquí, aunque pasear por estos pasillos me trae amargos recuerdos.

Después me presenta a un par de estudiantes. Ellos me solicitan la cuenta de correo electrónico y me dicen que me pasarán todos los apuntes y las reseñas para los trabajos que tengo que preparar. Un poco embotada, decidí irme a casa. Con lo ocurrido esta mañana, el exceso de información, más los trámites bancarios que tuve que hacer para pagar la matrícula, estoy totalmente agotada. Ante la concesión que hicieron por mí debía pagar inmediatamente, llamé a casa y Papá me dio el dinero, pero luego debo reunirme con él.