15 Una ronda

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Sofía ha decidido volver a ponerse algo provocativo para la hora de cenar. No tengo la certeza de que su plan resulte exitoso, pero, después de lo de esta tarde, creo que sí.

La velada transcurre con más normalidad que este mediodía. Los hombres, esta vez, se centran en su habitual charla sobre fútbol y Juliana salió a ver a Choco y Renata se acerca a nosotras para hablar de otras cosas, pues oír hablar de deporte la aburre soberanamente.

Al finalizar, tal como Sofía y yo hemos pactado, me ausento para que su maquinación funcione.

—Buenas noches, ya me voy a la cama; me duele un poco la cabeza —comento, fingiendo malestar.

—Tyni, ¿tan pronto? ¿Te importa si yo me quedo un rato? —preguntó ella.

—No, claro, quédate. Yo no tengo ningún problema.

—Buenas noches, descansa —responde, y me guiña un ojo.

Subo a mi cuarto, ansiosa por saber si el plan funcionará. Espero que sí. Estoy asomada a la terraza y, al cabo de media hora, la voz de Juliana me sobresalta.

—¿Se te pasó el dolor de cabeza?

—No, estoy tomando un poco el aire para ver si así mejora.

—Tenemos analgésicos si lo necesitas.

—Gracias, yo también tengo, pero voy a intentar no tomar nada si no aumenta.

—Ok como quieras. —Tras una incómoda pausa, añade—: Hace una noche estupenda.

—La verdad es que sí.

En ese momento, Sofía y Fermín aparecen, riéndose, en dirección a las cuadras.

—Vaya, tu amiga no pierde el tiempo...

¡Mierda! No sé ni qué decirle. No quiero que la reputación de Sofía quede por los suelos, pero tampoco quiero descubrir el plan, aunque, en un alarde de arrepentimiento, al final confieso.

—No es lo que parece. Verás... Sofía pretende... ¡Mierda! —refunfuño, frustrada porque me descubrí.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

No tengo ganas de seguir fingiendo y, además, me estoy poniendo cada vez más nerviosa, así que decidí soltar la verdad.

—Que es un plan para jugársela a Fermín.

—¡No mames, Valentina! ¡Ya está bien!

—Se lo tiene merecido. Tú lo has oído esta tarde. Viste cómo me puse el otro día por su culpa y cómo se comportó conmigo cuando llegué aquí... Recuerda que el segundo día de mi estancia en la granja, cuando sólo pretendía ayudar, fue pregonando a los cuatro vientos que me había caído encima de la mierda y me encargó duros trabajos sin informarme de los uniformes que podía usar... Me odia y me ha intentado fastidiar desde que llegué, y ni siquiera sé por qué.

Se queda un rato pensativa.

—Dime la verdad: ¿pusiste laxante en su comida? —indaga, mirándome fijamente.

Respiro hondo; tengo que ser sincera. Esta vez no vale esconderse.

—Sí, dos gotitas. No pensé que fuera a provocarle tanto trastorno ni que acabaría ingresado en el hospital, lo juro. Sólo quería que estuviera un día con diarrea.

—Ok, está bien, te creo. ¿Y tu dolor de cabeza?

—Tampoco es cierto. Era una excusa para dejarlos solos.

—Perfecto. Entonces, bajemos y veamos qué va a hacerle.

La miro asombradísima. No puedo creer lo que captan mis oídos.

Mi Granjerita (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora