Llamo a la puerta dispuesta a enfadarme con ella, pero, cuando la abre, lo que veo hace que tenga que tragarme el nudo que se me forma en la garganta. ¿Esta mujer no sabe avisar de que no es el momento apropiado? ¿O pretendía precisamente que viera lo que estoy viendo? A Juliana, en ropa interior... es decir, casi desnuda. Juro que, si no fuera porque me cae fatal y porque es mi jefa, no dudaría en lanzarme sobre ella.
«¡Mierda, está buenísima!»
«Céntrate, viniste a darle una charla», dice mi conciencia, con ganas de llevarme a la seriedad.
«Sí, sí. A eso vine, pero no estoy ciega, y esto no se ve todos los días, ni todas las semanas... ni todos los meses, sé que estoy muy necesitada. Hace siglos que no echo un polvito...»
«Concéntrate, Valentina. A lo que viniste, que estás babeando», vuelve a atacar.
«Si, ajá, a lo que vine: la charla, dura y directa», digo mentalmente, intentando infundirme valor y borrarme esa preciosa imagen de la cabeza. Suspiro, nerviosa, y carraspeo para llamar su atención, pues está de espaldas, no sé si a propósito o no.
—Juliana, me gustaría hablar, pero, si no le importa, puede vestirse
—En ello estaba, pero no me resulta fácil, ¿sabes? Primero, porque está usted delante, y segundo, porque no estoy todo lo ágil que me gustaría.
—¿Quieres que te eche una mano? —pregunto sin dudar.
Se lo piensa durante un instante y al final me mira, dubitativa.
—¿Te molestaría hacerlo?
—Por supuesto que no. ¿Qué necesitas?
—En ese armario hay varios pantalones; coja algo cómodo y una camiseta.
—Está bien.
Elijo un pantalón deportivo suavecito y una camiseta cualquiera y se los entrego. Me acerco a ella y, al ver que le cuesta agacharse, me arrodillo y la ayudo a ponerse el pantalón. El mero contacto de mis manos en sus piernas hace que mi cuerpo se excite. Soy estúpida, ni siquiera sé por qué me siento así.
«Evidentemente porque hace meses que no te acuestas con nadie.» Ya tuvo que hablar; si no, revienta.
«Sí, eso va a ser. Y esta morra está como un bombón. Divina y suave. Tiene el cuerpo uff. Y las piernas más duras que una roca; se nota que el trabajo de la granja la mantiene en buena forma.»
Después de echarle una mano con el pantalón, también lo hago con la camiseta. Nuestras miradas se encuentran cuando termino y se me nubla la razón. Por un instante, incluso olvido lo que vine a hacer aquí. Ella carraspea, rompiendo el momento.
—Gracias por la ayuda. ¿A qué viniste?
Parpadeo unos segundos para despejarme y me centro en lo que vine a decirle. Tomo aire, lo expulso y comienzo a hablar.
—Vine a decirte que finalmente he decidido quedarme —veo cómo empieza a esbozar una sonrisa, aunque intenta disimularla, y se le marcan unos hoyuelos, de muerte lenta, así que decidí soltarle el resto— y también a amonestarte... ¿Te parece normal que, en tu estado, me hayas casi cargado y subido a mi habitación? —la enfrento, con el tono más duro que soy capaz de emplear.
—Te habías desmayado, ¿qué querías que hiciera? —replica ella muy dignamente.
—Llamar a alguien. ¿No te das cuenta de que tus costillas, así, sólo se resienten más?
—Soy consciente de ello, doctora, pero no podía dejarla ahí, tirada en el suelo. Ante todo, soy su jefa, pero también soy humana y estaba desmayada. Y Renata fue quien mas la cargó yo solo te medio sostuve.
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Mi Granjerita (Terminada)
FanfictionValentina acaba de perder su empleo en la clínica veterinaria, pero está decidida a retomar sus estudios y finalizar de una vez por todas su carrera, sin embargo se deja embaucar de nuevo por su amiga Sofía para trabajar en una granja en Tepoztlan...