2 Bienvenidas

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Sofía y nuestro mejor amigo, Sergio, se ofrecieron a acompañarme hasta Tepoztlan, el pueblo donde está situada la granja. Doy gracias por ello, porque son muchas horas de trayecto en coche. El viaje se hace ameno con ellos, entre risas y alguna que otra broma sobre la fulana granjera. Están haciendo apuestas sobre cómo será. Yo no quiero ni imaginarlo. Rezo para que, al menos, no sea desagradable a la vista, con eso me conformo. No espero que sea ninguna modelo de Victoria Secrets, pero ojalá no sea tan fea, para qué negarlo, porque tendré que convivir con ella y no podré mirarla a la cara si es horrible. Debo reconocer que las dos veces que hemos hablado me pareció que tenía una agradable y hasta sexy, pero no sé..., eso no quiere decir nada; a lo mejor lo único bonito con lo que cuenta es la voz.

¿Desde cuándo eres tan superficial? No vas a casarte con ella, sólo tienes que trabajar a su lado. Confórmate con que sea amable. Pues eso es cierto, no necesito nada más. Concluida mi batalla mental, me recosté un poco para intentar dormir y lo hago hasta la primera parada para tomar un refrigerio, los chicos me obligan a pagar a mí, con la excusa que ahora tendré más dinero y lo hago gustosa, demasiado están haciendo acompañándome.

Varias horas después de salir de casa, llegamos a la entrada de Tepoztlán. Debo admitir que el paraje es digno de ver. Es tal cual aparecía en Internet: un pueblo pequeño pero la belleza de sus alrededores resulta innegable. Tal y como había vaticinado mi amiga Sofía, sus extensas praderas son totalmente verdes.

Nada más entrar en el pueblo, hay un pequeño estacionamiento con un mirador. Me gustaría parar para admirar las vistas y dar una vuelta por estas calles, pero no es el momento; quedé con Juliana, ya tendré tiempo de visitarlo más adelante. Nos vamos adentrando poco a poco en el lugar y debo reconocer que es precioso y tranquilo como pocos...; te transporta a otra época. Es un sitio idílico donde cualquier amante de la naturaleza podría vivir.

Desde la carretera se puede distinguir una gran finca, imagino que será allí a donde nos dirigimos, aunque no veo las cabras; es posible que las tenga dentro de algún establo, como son enanas debe cuidarlas. Por fin, tras quedarnos maravillados contemplándolo todo, llegamos a la dirección que Juliana me dio "Hacienda Los Azules", después de identificarnos, nos abrieron el portón, había llegado el momento de enfrentarme a la verdad. Apagamos el motor, inmediatamente me baje del vehículo. Cuando iba a llamar a la puerta de la casa, una mujer nos recibió, morena, alta, delgada, camiseta de Guns and Roses, jeans desteñidos ajustados, con botas impermeables a la rodilla y con un cuerpo bastante formado. Wowww.

—¿Es usted Valentina? —Me dice, atándose una coleta alta

—Sí, soy yo —Quitándome las gafas de sol.

—¡Justo a tiempo! Yo soy Juliana. Coja su maletín: una de las vacas está de parto desde hace más de cuatro horas, así que va a necesitar ayuda.

—¡¿Qué?!

—Lo que oíste. Vente conmigo.

—¡WTF! ... Dije bajito, no se me ocurrió traer un maletín, ni instrumental, ni nada por el estilo. Me pareció entender que se encargaría ella de todo, maldije para mis adentros. —Lo siento, pero no traje nada...

—Pero ¿Qué clase de veterinaria es usted?.

—La verdad es que supuse que en la granja tendría de todo. Perdón por mi error. Debí preguntar. He trabajado en una clínica y nunca tuve que hacer consultas a domicilio. No tengo maletín.

—De acuerdo, ahí veremos, ahora no perdamos tiempo.

Sofía y Sergio nos siguieron, no entiendo muy bien por qué. Imagino que no quieren perder detalle de mi primer ridículo, o quizá no confían en mí, piensan que van a despedirme y quieren esperar para volver los tres juntos... No lo sé.

Mi Granjerita (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora