Salgo de la ducha envuelta en una toalla y me anudo otra en el pelo. Al abrir la puerta del baño, me sobresalto y doy un brinco al ver a Juliana sentada en mi cama.
—¡¿Qué demonios haces aquí?! —le pregunto, sujetándome la toalla contra el cuerpo. Me dio la sensación de que se me iba a caer al sobresaltarme.
—Necesito hablar contigo... —sisea, nerviosa.
Yo también lo estoy; no la esperaba y estoy casi en cueros. Si se acerca a mí y me toca, no sé cómo voy a reaccionar...
—De acuerdo, pero vete. Tengo que vestirme...
—Te vi desnuda muchas veces.
—Me has visto desnuda cuando estábamos juntas; ahora tú y yo no somos nada —replico, poniendo énfasis en la última palabra.
Veo cómo su gesto se contrae, como si esa palabra la dañase.
—Está bien; salgo a la terraza, date prisa. No tengo todo el tiempo del mundo...
Me aseguro de que no está mirando y me deshago de la toalla. Me visto rápidamente, dejándome la toalla del pelo, y salgo para avisarle.
—Ya estoy.
Entra de nuevo y se sienta en la cama; yo lo hago en una silla. No quiero estar demasiado cerca, me da mucha electricidad estar a su lado.
—Tú dirás... —la insto a hablar, contrariada.
—Ni tú ni yo queríamos esto. —Ahora soy yo la que frunce el ceño. Pensaba que lo había organizado ella—. No creas ni por un momento que ha sido idea mía o que me agrada esta situación. Me parece que es algo urdido entre Camilo y tu amiguita Sofía: le oí hablando por teléfono con ella.
—Sí, yo también creo que lo han montado ellos dos, porque ella me lo propuso y al negarme, casualmente, al día siguiente don Camilo me comentó que no podía venir.
—Dos y dos son cuatro —comenta, y sonrío. Es como yo: le chiflan los refranes, los dichos y las frases hechas—. El caso es que a ninguna de las dos nos apetece vernos ni en pintura.
Eso sí que no me lo esperaba de ella. ¿Desde cuándo no quiere verme?
«¿Desde que le dijiste que no la querías, por ejemplo?», me plantea mi conciencia.
Puede que tenga razón; fui cruel y, además, ni siquiera he intentado que lo nuestro funcionara de ninguna forma, pero fue porque no queria ilusionarme y tener que irme, que es lo que pasó al final. Es normal que no quiera verme.
—No nos queda más remedio que estar juntas este fin de semana, así que lo mejor será procurar tener un trato cordial, porque el resto de la gente no tiene la culpa de que lo nuestro acabara mal. Siento si te han molestado mis palabras, quizá no han sido apropiadas. Te pido disculpas —me dice, aunque su ceño se frunce y eso me indica que algo le pasa.
—Disculpas aceptadas —le respondo, y a mi también me pasa algo con sus hoyuelos del demonio.
—Ahora que todo está arreglado, ¿firmamos la paz? —preguntó, tendiéndome la mano.
—Claro.
Extiendo la mía y, cuando ambas se tocan, noto cómo esa corriente eléctrica me traspasa; es esa conexión que teníamos cuando nuestros cuerpos se juntaban. Imagino que ella también lo ha percibido, porque no la ha soltado y sus ojos se clavan en los míos. Nos levantamos y estamos cara a cara. Es cuando tira de mi brazo y me acerco a ella y, sin mediar palabra, me besa. Yo me pierdo en ese beso porque realmente lo necesito. Sé que tendría que haberme resistido, pero, desde que entró en mi habitación, sentí la necesidad de que me besara, incluso de que me poseyera como hacía en el pasado. Su boca se adueña de la mía, su aliento me invade, siento sus labios suaves en mí, y siento desvanecerme, las piernas no me responden, pero siento como acaricia mis pompis y por un momento pienso que vamos a hacerlo.
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Mi Granjerita (Terminada)
FanfictionValentina acaba de perder su empleo en la clínica veterinaria, pero está decidida a retomar sus estudios y finalizar de una vez por todas su carrera, sin embargo se deja embaucar de nuevo por su amiga Sofía para trabajar en una granja en Tepoztlan...