11 Paz o Guerra

1.2K 205 43
                                    


Las cosas parecen volver a su cauce después de varias semanas. Al principio Juliana fue reacia a que asistiera a los partos. Cumplió su amenaza, y no sé si lo hizo para darme un escarmiento por mi mala praxis o simplemente como castigo por no recordar lo de la noche de sexo. El caso es que aquí estoy de nuevo, porque Fermín está enfermo y, más concretamente, con diarrea. Doy gracias porque los consejos de mi querida Sofía no fallan.

«Cualquier día Dios los va a castigar por ser tan malos», me dice mi estimada conciencia.

Pero es que ya estaba cansada de seguir aguantando cómo me hacían a un lado y, lo peor de todo, la cara de regocijo de Fermín cuando yo miraba mientras él trabajaba en mi lugar. Ese aire de prepotencia me sacaba de quicio. Sé que no he sido demasiado justa, y quizá no debí actuar de esa manera, echándole un poco de laxante para animales en su desayuno. La verdad es que no medí la dosis y apliqué dos gotas, pero evidentemente ha sido elevada, pues lleva un par de días así y no mejora. Hoy mismo lo han tenido que llevar al centro asistencial. Ahora me siento un poco culpable.

«No mientas, estás disfrutando con todo esto.»

«Bueno... francamente, se lo merece; es un Idiota integral», contesto mentalmente, con una sonrisa triunfal.

«Pues ¿sabes lo que te digo? Que, por una vez, y sin que sirva de precedente, tienes toda la razón.»

Sonrío mientras ayudo a Juliana con la nueva cabrita que acaba de nacer. Después del alumbramiento, la examino; y está perfectamente.

—Lo has hecho bien, Tyni.

La miro, seria. ¿Es que no puede dejar de hacerlo?

Al percatarse de lo que dijo, se encoge de hombros y sonríe, me muestra esos benditos  hoyuelos que me encantan. Suspiro, enervada, y no respondo. Creo que, por mucho que lo intente, no va a dejar de llamarme así, por lo que voy a tener que acostumbrarme, muy a mi pesar.

Como acabo de hacer mi trabajo y me voy a la casa. Tengo ganas de tomar un delicioso café, hoy lo necesito más que nunca.

—Hola, señorita, ¿todo bien? —me pregunta Renata.

—Sí, sólo vengo por un café.

—Claro, ahora mismo se lo sirvo. Tengo noticias del centro de salud. Fermín va a tener que quedarse ingresado; dicen que presenta una deshidratación severa por la diarrea.

—Vaya, ¡qué lástima! —expreso, intentando parecer sincera.

La verdad es que ahora me siento un poco más culpable. Aunque en parte se lo merece, tampoco soy tan malvada... ¿o sí?

—¿La señorita estaba con usted? —me pregunta cambiando de tema, porque sabe que Fermín no es santo de mi devoción.

—Sí, la dejé en las cuadras.

—Pues iré a comentárselo.

Asiento y cojo mi móvil para enviar un whatsapp. Tengo que contárselo a Sofía; pensándolo fríamente, debo reconocer que he sido bastante ruin al hacerle eso.

Mi amiga me contesta de inmediato que se lo merecía y que no me preocupe, que mala hierba nunca muere. Aun así, una parte de mí, la Valentina buena, se siente tentada de confesar la verdad. Como si me leyera el pensamiento, mi teléfono suena. Contesto al instante.

—Tyni, ni se te ocurra explicar que fuiste tú —me advierte, sin saludar ni nada.

—Guey, es que está en el hospital por mi culpa —murmuro mucho más bajito, por si alguien pudiera oírme.

Mi Granjerita (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora