17 Chisme y Corazón

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Juliana me dejó en su despacho y, para ser francas, estoy tentada de fisgonear un poco, aunque no debería; tengo que encargar las flores para su madre y eso voy a hacer. Me meto en la página de la floristería y elijo un ramo bonito y acorde para la ocasión. No escatimo con el precio, pero tampoco escojo algo desorbitado. Cuando voy a pagar, se conecta con la web del banco; me dejó las claves, por lo que las pongo. Mi maldita curiosidad me lleva a mirar y, una vez hecha la transacción, decidí consultar los últimos movimientos y ver el saldo. Cuál es mi sorpresa al comprobar que esta morra tiene más dinero de lo que ella y yo pesamos juntas, junto con muchos ceros detrás..., muchos. ¡Wowww! No me extraña nada que me pague lo que me paga todos los meses, ¡está forrada!

«¡Eres una chismosa!», me dice mi conciencia.

«¿Quién, yo?»

«¡Pues claro! ¿Quién va a ser, el portero del champiñon?»

«Ook, tienes razón; lo admito, pero no utilices esos términos, son una mala actitud.»

«Utilizo los que quiero, belleza, porque te pasaste fisgoneando.»

«Si, sí, tienes toooodaaaa la razón; no debería haber husmeado en su cuenta. Pero una fuerza sobrehumana me ha incitado.»

«¡Ni sobrehumana ni nada! Eres una chismosa.»

Conciencia de mierda. Pero no se equivoca, no tendría que haber mirado... aunque es un dineral el que maneja la granjerita. ¡Unas con tanto y otras tan poco! Bueno yo tengo, pero lo tienen mis papas... mientras una aquí guardando la indemnización de don Camilo —porque, si me la gasto, no podré cumplir mi sueño— y aguantando al Idiota de Fermín para poder terminar mi carrera, y ella, aquí, nadando en billetes. ¿Sabrá realmenteel dinero que tiene?

Apago el portátil y las luces, cierro la puerta y me voy a mi cuarto. Esto no se lo voy a contar a Sofía, porque entonces se pondrá más pesada con que me lance como una loca y no la deje escapar. Me meto en la cama y me dispongo a dormir, pero, por mucho que lo intento, no consigo conciliar el sueño, así que, al final, salgo un rato a la terraza. En la de al lado, está ella.

—¿No puedes dormir? —me pregunta al verme.

—No, la verdad es que no. ¿Y tú? ¿Se te pasó el dolor de cabeza?

—Qué va... Me va a estallar. He decidido salir a que me dé un poco el aire. Este día me ha superado —responde.

Por su tono de voz resulta evidente que se siente muy derrotada.

—Y parte de la culpa es de Fermín... y mía. Lo siento, de corazón... ¿Has tomado algo?

—Soy bastante reticente en lo que se refiere a la medicación, además de testaruda. Creo que ya lo sabes... —replica con una media sonrisa.

—Pues deberías hacerlo —insisto, tratando de ignorar lo mucho que me gusta esa sonrisa suya—. Así no vas a poder descansar.

—Estoy acostumbrada a dormir poco.

—Quizá, alguna vez, podrías hacerme caso. Te dije que  sé algo de medicina.

—Cuando me aclares cómo lo sabes, tal vez seguiré tus indicaciones —contesta, bajito.

Sonrío, parece un poco menos cansada ahora hablando conmigo, y eso me relaja.

—Una veterinaria no desvela sus secretos.

—¡Humm! Vaya, vaya... Pues te informo de que, a veces, unan granjera conoce algún truco para sonsacar a una veterinaria.

De un salto se planta en mi lado de la terraza y yo me quedo sin aliento. No quería jugar a esto, no sé en qué momento le he dado pie a ello, pero ahora está junto a mí, y mi respiración comienza a agitarse.

Mi Granjerita (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora