12 Regreso

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El regreso de Fermín no ha sido fácil; salió del hospital, pero todavía no se ha reincorporado a sus tareas. Juliana nos llamó a los dos a su despacho para aclarar lo que pasó el día siguiente de llegar aquí. Cada uno contó lo que quiso, porque ninguno mencionó el apretón de sus partes nobles. Nuestra jefa nos invitó amablemente a que fumemos la pipa de la paz. Hemos aceptado porque era lo que Juliana quería oír.

«¡Ja! Ni muerta, y menos al ver la cara de cínico de Fermín; lo estaba diciendo con la boca pequeña, el muy Idiota. ¡Esto es la guerra!, lo estoy viendo.»

* * *

Hoy está siendo un día tranquilo. Al terminar mi jornada he decidido salir a hacer ejercicio. Estoy preparándome, aunque el día se ha tornado gris. No me importa, un poco de lluvia no va a quitarme las ganas de drenar.

En la puerta principal, Juliana me intercepta.

—¿Vas a salir a correr? —me pregunta con su habitual sequedad.

—Sí. Tranquila, llevo el móvil y grabé esta ubicación para no perderme. Esta vez he sido precavida —le aclaro seria

—Llévate a Choco. Le vendrá bien un paseo —añade con más suavidad—, y así no te perderás de ninguna de las maneras.

Me molesta su desconfianza, como si no pudiera ir sola, pero pienso que me vendrá bien la compañía de Choco.

—De acuerdo, pero porque a Choco le hace falta hacer un poco de ejercicio —concluyo.

Salgo en dirección al establo, donde descansa el perro. Que por supuesto se alegra en cuanto me ve. La verdad es que es muy cariñoso.

—Vamos, hermoso... daremos un paseo.

Menea la cola y me sigue, feliz, o al menos a mí me lo parece. Su ritmo es más bien lento y tengo que adaptarme a él si no quiero perderlo. Si eso sucediera, seguramente el animal volvería a casa, pero no quiero tentar a la suerte. Me parece que Choco tiene un significado especial para Juliana.

A medio camino, comienza a chispear; al principio es una llovizna suave, pero, según avanzamos lentamente, ésta se vuelve más intensa, tanto que empieza a empaparse la ropa y el frío ya ataca mi cuerpo. Miro mi ubicación y veo que no estoy demasiado lejos; a unos cinco kilómetros, por lo que decidí regresar. La lluvia arrecia, apenas se ve el camino. Es Choco quien me guía. Para colmo, se pone a tronar y eso comienza a asustarme.

Vamos bastante despacio, total ya nos mojamos, hasta que se oye un silbido. El perro levanta las orejas y se encamina, corriendo, hacia el origen del sonido, soltándose de mi agarre.

—¡Choco, espera! —le grito, pero no me hace caso.

Lo sigo acelerando el paso y entonces me encuentro con la persona que silbó: Juliana.

—¿Qué haces aquí? — Le pregunto, un poco alterada por la correr detrás el perro.

—Venir a buscarlos. La tormenta es inminente.

—¿Cómo lo sabes?

Me enseña el móvil. Tiene una aplicación abierta y en ella veo la representación de una masa de nubes justo encima de nuestra ubicación.

—Sígueme, hay un refugio aquí cerca. Nos quedaremos hasta que escampe un poco.

Los truenos se hacen cada vez más fuertes y en el cielo destellan de vez en cuando los relámpagos. No puedo evitarlo, no me gustan nada las tormentas, por lo que me sobresalto cada vez que veo los fogonazos.

—¿Estás bien? —me pregunta. Me extraña que se preocupe.

—Odio las tormentas...

—Ya debe bajar la intensidad, tranquila.

Mi Granjerita (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora