Capítulo 23- I'effondrement

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Aiden.

¡No seas tan duro conmigo!

Aún era una niño,

No tuve la oportunidad de

Sentir el mundo a mi alrededor

No tuve tiempo de elegir lo que elegí hacer.


Sabía que este conflicto no iba a durar demasiado, ella siempre tenía la última palabra referente a todo lo que pasaba a nuestro alrededor y este no sería la excepción. Sus ojos me estudiaban, buscaba hasta lo más profundo de mi ser para encontrar la respuesta a alguna pregunta que rondaba por su cabeza. La conocía de hace años, sabía como actuaba, como conseguía la verdad rasgaba tanto hasta encontrarla que ni siquiera sabías cómo había llegado a ella. 

Así de rápido era. 

—No es no Aiden, no entiendo cual es la parte que no entiendes —su voz salía tranquila, serena, sus ojos no dejaban los míos mientras tomaba su café recién hecho. 

La analice, sus muecas y movimientos, fríos y calculados, sus brazos bajan y suben mientras sus labios carnosos color rosa absorben minuciosamente un pequeño trago. Sus dedos chocaban contra el material de la taza de dos en dos esperando impaciente mi respuesta.

—Tengo que terminar con esto, lo que pasó hace algunos días en una prueba que la gente que tenemos en Lyon es incopentente hasta para vigilar nuestra casa, el bienestar de nuestra familia está en peligro ¿no lo entiendes? —con movimientos calculados trate de agarrar su manos sobre la mesa pero la alejó como si quemara—¿Qué pasa?

—No iras y espero que por el bien de esta familia, como tu dices me hagas caso y te quede aqui—se levantó de la silla parándose derecha — No voy a esperar un llamado diciendome que has muerto, ni hoy, ni nunca y si tu solo vas a ponerte en la línea de fuego no esperes que esté contigo. 

Intentó irse, su cuerpo pasó por mi lado pero el agarre en la parte baja de su codo la detuvo, girando la mitad de su cuerpo levantó una ceja mirándome. Impulsé mi cuerpo hasta quedar igual que ella, de pie y aunque era mucho más alto que ella con ese azul eléctrico en su mirada podía sentirme más chiquito que una hormiga.

—No voy a acatar tus órdenes esta vez Ava, lo hice una vez y mira donde nos llevó —sus dedos se clavaron en mi remera, justo en mi corazón con tanta fuerza que sus nudillos se convirtieron en blancos.

  —No me desafíes, sabes hasta dónde soy capaz de llegar por nuestro bien—sus ojos podían helar hasta el mismísimo glaciar, era intimidante.

—Soy capaz de...—el sonido chirriante del celular no sacó de la pequeña guerra que teníamos a altas horas de la madrugada.

Sabía que desafiarla iba a ser demasiado grave teniendo en cuenta todo lo que venimos haciendo, planeando y analizando para que no pasara nada ni a nosotros ni a Alma pero ese video había sobrepasado los límites, todos los límites.

—Atiende, seguro es Charlotte— tiró de su brazo bruscamente yéndose por el pasillo continuo a la escalera que daba a los dormitorios, ahí había una única habitación tipo oficina la cual solo tenía una llave y la tenía Ava.

Un suspiro chocha contra el parlante del celular una vez atiendo la llamada—Azael...


20 años antes. 

Las sogas alrededor de mis muñecas ardían por moverlas, mi cuerpo temblaba por el frío que hacía en el sótano del orfanato donde estábamos alrededor de 7 niños como "penitencia". Ava estaba a mi lado, no hablaba y había dejado de llorar hacía rato solo tenía su mirada perdida en la pared llena de moho frente a nosotros. 

L'ange De La Mort ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora