Capítulo 22- Connard

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Aiden.


¿Qué no' va a importar?

Si somos tú y yo,

 que se jodan los demás.



Mis ojos estaban embelesados ante el magnífico arte de sus ojos, tenía que admitir que amaba más ese azul zafiro muy por encima que el verde claro, recuerdo cuando empezamos a notar que sus ojitos no eran del mismo color, recuerdo pensar en lo peor y recuerdo que un par de lágrimas rodaron por mi ojos hasta que Ava solo dijo "Solo tiene heterocromía, eso solo hará que tengas que patear más traseros". En realidad tener un hijo es sinónimo de sufrimiento constante, los resfriados, todos los virus virales y las caídas me dejaban con un año de vida de tanto que mi corazón se paraba por segundos. Por eso agradecia tener a mi lado a Ava, ella siempre mantenía calma, no se exaltaba como lo hacía yo con cosas tan banales como que levante fiebre en medio de la noche. Eso era demasiado para mi pobre corazón. 

Pero en general Alma no tuvo nada más grave que lo normal, por suerte, nada había pasado a mayores y eso se agradece, nunca fue demasiado revoltosa o escurridiza, era demasiado tranquila y educada para su edad, por  momentos y en otros pasaban lo que estaba pasando ahora.

Quiero eso—golpeó la mesa con sus pequeñas manos —Muñeca linda.

—No, ya tienes demasiadas muñecas y de esa que quieres ya tienes dos —mi voz salió tranquila mientras preparaba el desayuno para todos.

Pofavol una solita — junto sus manos como si rezara —Papi polfi.

—No Alma, tienes que entender que cuando es no es no —mi garganta dolía para gritar que le compraría lo que quisiera pero Ava me había dicho que no y no podía pasar sobre ella, otra vez.

Como era de esperarse el grito agudo de Alma se escuchó por toda la casa mientras que por sus mejillas caían lágrimas de cocodrilo, mis manos apretaron fuerte la mesada tratando de no decirlo, no podia se lo habia prometido a Ava pero... joder verla llorar me partia el alma , aunque sepa que era mentira, toda mi fuerza de respontabilidad dependian de un maldito hilo, no.podia.decirlo.

Mis ojos caen en Angele cuando la veo bajar por las escaleras, mis ojos le suplican que me ayude o caeré en sus caprichos pero la muy maldita  solo levanta su mano y regresa por donde ha venido.

—Alma... bebe—la llamo pero es imposible que pare con su teatro—Por favor amor, no llores mas.

Ella deja de llorar de un segundo a otro, pasa su mano por su cara y nariz mirándome con sus dos perlas atentamente:—¿Si?— murmura esperanzada.

—No per...—su llanto me interrumpe dejándome anonadado con sus dotes de actuación.

Tras varios intentos fallidos de tratar de hablarle, complacerla o convencerla de que no podemos Ava baja en todo su esplendor, con su cabello rubio mojado y nada más que una camiseta negra con letras blancas en ella, sus ojos van directo a la pequeña rubia que sigue chillando ya que no la ve al estar de espaldas. 

Su cuerpo se desplaza hasta mí, dónde tira de mi cuello dándome un beso de buenos días, suave y dulce como toda ella. Cuando me suelta puedo ver su hermoso rostro en primera plana, la detallo sin pasar por alto sus ojos un poco rojos, su nariz tiene un ligero rubor y su sonrisa no llega a sus preciosos ojos. 



4 años antes. 

El lugar se hacía más caliente cada minuto, gotas de sudor bajaban por nuestros cuerpos. Busqué su cara por el reflejo del vidrio encontrándome con su sonrisa perversa, mientras bombeaba empecé a dejar besos por su hombro y unas cuantas mordidas que luego dejarían marca.

L'ange De La Mort ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora