Capítulo 6. Omega enlazado

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Mi alfa es todo lo que una vez soñé, es lo que mi padre omega me relataba con los ojos emocionados.

Yo siempre supe que mi destino era pertenecer a un alfa fuera de mi manada. Mi padre llevaba años preparándome.

El resto de mis hermanos eran alfas, y yo era un regalo, como siempre me habían dicho.

Un regalo político. Mi padre negoció una tregua con la manada de Dagger, dos grandes manadas con dos grandes líderes, unidos por mí.

Era todo un honor, pero yo tenía ligeras dudas sobre mi futuro con mi alfa.

Fui criado para complacer y servir a mi alfa, para ser un buen padre para sus hijos. Y llenar su hogar de alegría. También fui educado, estudié política y diplomacia. Asistía a las sesiones de la junta comunitaria, para poder dar consejo a mi futuro alfa.

Yo sabía hacer todas esas cosas, y cuando mi viaje comenzó, estaba dispuesto a ser el orgullo de mis padres, de mi alfa y mi nueva manada.

Lo que nunca esperé fue amarlo de ese modo, a necesitarlo desesperadamente.

Al principio, Dagger solo me miraba, pero era incapaz de algo más. Aspiraba mi olor y sonreía, pero de lejos.

Luego me confesó que tenía miedo de hacerme daño.

No salía de su cabaña, salvo en contadas ocasiones para mostrarme a la manada.

Y yo empecé a preocuparme, mi padre omega me había aleccionado, mi alfa me montaría día y noche hasta que quedara satisfecho, y tardaría en estarlo mucho tiempo.

Yo lo sabía, aunque no tuviera ningún tipo de experiencia y todo fuera teórico.

Pero mi naturaleza siempre me había ayudado, y ahora también lo hacía.

Mi ano segregaba mi lubricante natural cargado de feromonas y olor dulce.

Estaba todo el tiempo excitado, pero mi alfa no me tocaba, no me montaba y a veces incluso me rehuía.

Y entonces me temí lo peor, yo no le gustaba.

Él solo me tendría como su omega, pero no me invitaría a su cama. Me sentí humillado, ni siquiera pensaba que eso pudiera contemplarse como opción.

Yo era una deshorna para todo lo que me había criado mi padre.

Y sentí tal pena que me costaba salir de la cama.

Mi ano dejó de lubricarse, mi olor se fue haciendo más leve, mi alegría se evaporó.

Entonces mi celo comenzó, y mi alfa vino oliendo a otro sexo, a otros cuerpos.

Me dolía todo el cuerpo, y una parte tan profunda dentro de mí que pensé que moriría. Mi alfa también lo pensó, y me abrazó desesperado. Yo lloraba, gemía de dolor y de pena.

—Siento no ser suficiente para ti, alfa —dije roto de dolor, y sus ojos solo me devolvían pesar.

—Tú lo eres todo, eres mi omega. —Su voz dura y grave sonaba llena de temor.

Una manada que nunca, en muchísimas generaciones, había tenido un omega, no sabía cómo nos sucedían a nosotros las cosas.

Y Dagger, mi pobre alfa, no lo sabía. No sabía que él nunca iba a romperme, tampoco sabía que yo no necesitaba su lazo de unión para ser suyo, ni cuanto dolor estaba padeciendo cuando él solo quería dejarme espacio para que me adaptara.

El celo de un omega es largo y es duro, y mi primer celo a su lado fue la peor experiencia de mi vida.

Cuando este acabó, yo recobré mi entereza y le pregunté si quería que me fuera y rompiéramos el acuerdo entre nuestras manadas.

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