Capítulo 26. Dolor

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Mop

La noche ha sido horrible, solo en mi lecho rodeado de gammas no he podido pegar ojo por el dolor intermitente en mis testículos.

Cuando amanece sé que solo va a ir de mal en peor, a veces, mi celo me da unos días de tregua, otros me fulmina en unas horas.

Me sostengo a mí mismo, creo que este va a ser uno de los malos, de los muy malos.

Pero hasta que no me deje incapacitado y hecho un ovillo de dolor tengo que seguir con mi vida, con mis obligaciones, y estas están en la cocina.

Tengo que prepararme una de esas infusiones que la abuela de Oven le enseñó, pero ahora no recuerdo exactamente la cantidad.

Las manos me tiemblan.

—¿Estás bien, Mop? —me pregunta Fork preocupado.

Yo solo aprieto los labios con fuerza y asiento.

—¿Es tu celo? —insiste.

Hay un rastro de temor y pena en su voz que hace que duela todavía más, como si mi cuerpo quisiera recordármelo me lanza una descarga que me hace casi caerme si Fork no me hubiera ayudado a mantenerme en pie.

—Tienes que irte al barracón —me aconseja—. Aquí no puedes estar así.

Pero yo le miro, aquí necesitamos estar todos, y hasta que no me caiga al suelo de dolor, voy a seguir ayudando.

—Si me siento peor, me iré, te lo prometo.

Fork no parece convencido, pero no puede hacer nada, creo que el único que podría convencerme, y sería arrastrándome con él, es Oven.

Pero ya no está aquí, y no creo que esta vez pueda ayudarme, no creo que su alfa le deje.

Pero después del desayuno soy consciente de que no puedo más, duele tanto que no sé en qué momento he comenzado a llorar.

—Mop, tómate esto.

Delante de mí, Pot me pone una taza humeante, reconozco el olor y por primera vez siento algo de alivio, lo que solo hace que llore aún más.

Doy pequeños sorbos, sé que el efecto no va a ser inmediato, ni si siquiera va a ser fuerte, pero menos es nada, y yo se lo agradezco mucho.

—En cuanto te lo acabes, Fork te acompaña al barracón, voy a mandar a Spoon a que avise a Oven.

Nuestros celos son muy complicados, muy pocos los tenemos, y para nada son la dicha que viven los omegas. Nadie quiere acercarse a un gamma en celo, ni siquiera mis amigos.

Pero Oven siempre ha estado a mi lado, siempre me ha consolado aunque lo único que pudiera hacer fuera abrazarme y darme palabras de ánimo.

Yo asiento, pero sé que esta vez va a ser distinto, y no digo nada más tomándome el té.

Cuando lo termino siento algo de mejoría, y le suplico a Pot que me deje continuar, hay demasiado trabajo y ella es plenamente consciente. Es por eso que aunque de mala gana, sigo trabajando, no creo que llegue a la cena, pero todo lo que pueda adelantar será bueno para los míos.

Pero como he pronosticado, a media tarde ya no me sirve ningún té, no me sirve nada.

Fork me acompaña, pero noto su completo rechazo, no es culpa suya, nuestros celos son así, todo en nosotros es así.

A veces, solo a veces, siento que Oven tiene razón, la Diosa nos odia, nos castiga por algo que nuestros antepasados hicieron, pero luego me arrepiento de mis propios pensamientos.

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