Capítulo 32. Mío

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Hammer

Salgo de la casa de Dagger, reconozco que iba como un cerdo al matadero, solo porque es mi obligación, solo porque es lo que hay que hacer.

Y un omega me ha brindando lo que ni yo mismo me he dado, tiempo.

Los ojos azules de Blue contenían muchas cosas, pero yo he entendido una claramente.

Oven.

Desde que ayer llegaron Axe y Honey no he podido pensar con claridad, me he arrastrado por la línea recta; estúpido de mí, desde que ese maldito gamma nos mandó a la mierda, mi línea recta se convirtió en un maldito zigzag.

Si me esfuerzo puedo sentir nuestro último abrazo, y es que malditamente ya ni siquiera es por el motivo que me he estado intentado convencer.


No puedo tomar a ese omega, porque yo ya tengo a mi propio "omega", y necesito encontrarle.

Voy a renunciar al omega, porque no voy a ser capaz de renunciar a Oven.

Blue me ha dado tiempo, y yo tengo que utilizarlo correctamente. Lo primero es encontrar a Oven, las cosas pueden ponerse muy feas, realmente feas y si lo voy a arrastrar conmigo tengo que contárselo.

Lo busco en mi casa, pero no está allí, sé que no ha venido a dormir porque lo he estado esperando, pero tenía la esperanza de encontrarlo en mi cama, oliendo a mí.

Paso por cada uno de los puntos donde sé que trabaja, y no lo encuentro por ningún lado, y no me doy cuenta de la bola que sube por mi estómago hasta que no me deja respirar.

La pura ansiedad que siento al no tenerlo conmigo, a perderlo, pero de pronto veo su pelo oscuro, está más largo que cuando le conocí, está pegado a su cabeza humedecido por el sudor y la humedad que le rodea mientras lava la ropa de los alfas.

Gruño, gruño porque no quiero que toque la ropa de nadie, gruño porque es mío y lo he encontrado. Gruño porque no sé cómo exteriorizar el alivio que he sentido al encontrarlo.

Él gira su rostro cuando siente mi gruñido, su gesto, en un primer momento de sorpresa para a su perpetuo morro fruncido, y entonces me da igual quien nos vea, me da igual la manada, me da igual mi alfa, me da igual la Diosa si va a castigarme por lo que voy a hacer.

Cargo contra él alzándolo aún con las prendas húmedas entre sus manos, prendas que quedan entre su pecho y el mío cuando le abrazo, cuando busco su boca necesitado de contacto.

En un primer momento él me lo niega, tan Oven como siempre, pero finalmente me devuelve el beso necesitado. Me devuelve todo y más.

Es él y me avergüenzo de haber sido tan estúpido como para pensar que iba a ser capaz de sustituirlo por un omega.

Sus manos húmedas me acarician, me piden más, y juro por la Diosa que lo hubiera desnudado y follado en el lavadero si no fuera porque un olor familiar se me mete en las fosas nasales poniéndome alerta.

Gruño tanto y tan fuerte que Oven tiembla entre mis brazos, cuando giro la cabeza veo a Axe, mi segundo tiene una cara de sorpresa complicada de olvidar.

Y es eso lo que voy a encontrar, porque poco a poco va mutando a una seria, muy seria.

Oculto a Oven tras mi cuerpo, protegiéndolo, le desgarraré la garganta con mis propios dientes a cualquiera que intente quitármelo. A cualquiera que intente separarme de él.

—Tranquilo, amigo, no voy a hacerle nada —Axe levanta las manos en son de paz, pero no quiero su olor cerca, no quiero que le mire, que le impregne de su aroma.

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