Capítulo 52. Reinicio

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Honey


Estoy delante del consejo de la manada, presidido por Dagger y apoyado por los Primeros, y por una serie de betas que me miran realmente mal.

Y no me extraña, yo mismo he relatado todo lo que pasó, mi participación en todo.

Miro a Axe y Saw pero ellos solo aprietan fuertemente sus mandíbulas, puedo oler como todo el relato les golpea.

—Está claro que no puede quedarse aquí —dice uno de los betas—. No es de fiar, ya nos traicionó una vez.

Sí, los traicioné.

Mi manada ha sido destruida, mi madre y mis hermanos están muertos, y ahora todos yacen en un punto más allá del río, uno que me produce escalofríos. Sé que ese también es mi lugar.

—Es peligroso, si puede hacer eso es peligroso, tiene que irse —dice otro.

—No creo que sea seguro dejarlo ir, no si tiene ese poder, podemos usarlo en nuestro beneficio —apunta alguien al que ya no soy capaz de mirar.

Me agarro fuerte las manos, porque esa, esa es la opción que más miedo me da, volver a ser usado, ser la misma cosa con una nueva manada.

Pero lo que me hace levantar la cabeza es un gruñido tan ronco y constante que inunda la sala de miedo, miedo beta, suave pero claro.

—Honey —es la voz de Dagger la que me hace dirigirle mi mirada, pero el gruñido no es suyo, sino de Axe— ¿comprendes que no podemos confiar tan fácilmente en ti?

Yo asiento, y una lágrima traicionera me cruza el rostro, lo sé, yo tampoco confiaría en mí.

Y ese alfa me ha dado la oportunidad de seguir viviendo, a pesar, de que por mi culpa ha perdido a su hijo.

—Nos encontramos ante una situación muy difícil —pero Dagger ya no me habla a mí— en todo este relato, considero a Honey una víctima más, aún así...

—Él miente —interrumpe el mismo beta de antes— ¿por qué no iba a mentir con toda esa historia de maltratos? No podemos fiarnos de él.

El gruñido de Axe vuelve, pero la que hace que se siente el beta es Saw levantándose y yendo hacia él.

No puedo evitar recordar las horas después a la batalla, los brazos de los alfas envolviéndome, besándome.

Mi torpeza tuvo horas y horas para perfeccionarse, ellos aún estaban débiles, pero algo tenían claro, y yo me sentí completo por primera vez en mi vida, me querían con ellos.

Luego vino la verdad, mi traición, y los sentí lejos, muy lejos, a pesar de que la separación entre nuestros cuerpos solo fuera de unos pocos centímetros los había herido.

—No es parte de nuestra manada. —Y aquello fue lo que colmó el vaso de Axe.


—Es mi omega, es parte de la manada —gruñó.

Lo miré sorprendido, él nunca me había aceptado, no de ese modo, y aunque los días anteriores las cosas entre nosotros habían cambiado mucho, esas palabras eran muy significativas.

—Nosotros nos encargaremos de nuestro omega —añadió Saw— es nuestra responsabilidad. Si no lo aceptáis a él, no nos aceptáis a nosotros.

Ella abrió sus brazos, y yo me lancé contra ellos, siempre he sido consciente de mi necesidad de ser aceptado, de ser querido. Y también de cómo jamás me he sentido digno de que alguien luche por mí.

La mano de Axe me acaricia el pelo, me han elegido, los dos, y les correspondo de igual modo.



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