Encuentro del destino

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En el territorio de los Tigres, los rumores se esparcían como un virus. Y el adorable Omega macho Jae, era uno de esos cambia-formas que velaba por la verdad, por lo que se veía obligado a verificar la autenticidad de los chismes que escuchaba por allí. El cambia-forma era la versión joven de su padre Omega, con grandes ojos azules, que brillaban en un elegante rostro que estaba pintado de astucia. Aunque a diferencia de los tigres de poco y lacios mechones, su cabello era esponjoso y frondoso, tanto como humano como en forma de animal. Al estar en dos piernas parecía ser solo rubio, con las rayas blancas muy difuminadas, dando la impresión de ser una melena de león, claro que nadie en el clan hacia esa observación en voz alta; mientras que, en sus cuatro patas era un tigre esponjoso, con el gran astro realzando el dorado de toda su coloración, como si fuera un emisario de la poderosa deidad.

Hoy estaba detrás de un rumor realmente jugosos, con todas las hembras alborotadas en especulaciones sobre el actual Alfa líder, Jungkook, un macho codiciada por la mayoría de las féminas por sus facciones atractivas, su cuerpo tan alto como formado y sus buenos modales. Aunque lastimosamente siempre estaba tenso por lo que sus interacciones con la población femenina, eran incómodas.

Jae se movía por los árboles, siguiendo a su presa, gracias a su don de clonación, podía materializar una copia suya en varios lugares, con una conciencia colectiva que le facilitaba prever a donde se dirigía el Alfa, para no ser descubierto infraganti.

Hasta ahora había descubierto que Jungkook llevaba una especie de nota secreta en una botella, que estaba decorando con pulseras que él mismo hizo, pero al tenerla tan apretada contra su pecho, apenas podía distinguir las decoraciones.

Alguien había dicho que lo vio hacerlas el mismo, aunque tuvo que conseguir unos cuantos dijes de plata de manos de un herrero, que fueron: C, H, M, N, A, I. Que al parecer componía la pieza principal, con cuarzo pulido y piedritas brillantes del lago, que el Alfa barnizó.

Era un detalle increíble, en opinión de Jae, que no ha recibido algo igual de su pareja destinada. Que suerte tenía esa Tigresa, refunfuñó el Omega, mientras Jungkook se alejaba cada vez más del bosque, cruzando el límite de su área vigilada, dirigiéndose justo hacia la frontera con los Leones.

Recogiendo todas sus copias, Jae se precipitó hacia un gran helecho, tratando de trazar el trayecto de su presa, pero este se alejaba cada vez más, ayudándose de la vegetación compartida que desembocaba en el oasis de los Leones. Siguiendo sus pasos, el Omega se arrastró con cuidado, con el corazón a mil pulsaciones por segundo. Tenía la ventaja que los felinos no tenían un olfato particularmente bueno en exteriores, y con el viento agitando todo el lugar, los olores simplemente se mezclaban sin poder definirlos antes de que desaparecieran.

Jae nunca había estado en el territorio de los Leones, porque los odiaba y temía por igual, pues los ancianos, en especial el Chaman Tafari le contaron que Namjoon, el actual líder Alfa, había matado a su padre Alfa como a sus dos hermanos de camada, cuando en un episodio de sonambulismo de SeokJin, este término adentrándose en territorio enemigo. Aquella tragedia había dejado una gran desolación en su clan, y la sombra eternamente apenada de lo que alguna vez fue su padre Jin, por lo que él mantenía siempre un sueño ligero, vigilando que el incidente no volviera a ocurrir. Por eso prefería estar muerto antes de tener algo que ver con esos déspotas, que quisieron eliminar la oportunidad de los Tigres de establecerse de nuevo.

Pero el destino lo llevó a seguir a Jungkook, que por fin se detuvo, al parecer sorprendido por lo que veía en medio del lago, pues encima de una roca, estaba una Leona en su forma animal. Jae no podía creerlo, aquella hembra era anaranjada con rayas blancas casi imperceptibles en la panza. Inconsciente se acercó cada vez más a la figura, atraído sin saberlo por el lazo familiar que solo sentía por su padre y abuelos, por la magia que ya desprendía por sí misma, que alimentaba el don del Omega. Eran una tríada, por más que los separaran, algo en sus interiores siempre los haría reconocerse entre ellos. El hechizo duro hasta que piso en falso y cayó de forma estrepitosa al agua.

El rugido salvaje /Yoonmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora