Naya se adentró en la vasta sabana, siguiendo un antiguo sendero que la llevaría al majestuoso templo de los leones, ubicado al lado de un oasis oculto en medio de la inmensidad de la llanura. El sol ardiente del mediodía se reflejaba en la tierra dorada que se extendía ante ella, haciendo que cada paso fuera una prueba de resistencia. La brisa cálida agitaba su melena moteada mientras avanzaba con determinación, sabiendo que su misión era crucial para la supervivencia de los tigres y los leones por igual.
Finalmente, después de horas de caminata bajo el implacable sol, Naya llegó al oasis, un oasis de exuberante vegetación y aguas cristalinas en medio del desierto. Allí, al borde de las aguas tranquilas, se alzaba el templo de los leones, una estructura antigua de piedra que parecía fundirse con el entorno natural. Estatuas de leones ancestrales adornaban la entrada, y el sonido suave de la cascada cercana llenaba el aire con su música serena.
Para sorpresa de la cambia-forma, Khepri, la deidad leona, estaba sentada en su trono de piedra tallada, en medio del salón de rituales, su melena dorada ondeando suavemente con la brisa. Vestía una túnica de oro puro que brillaba con un fulgor deslumbrante bajo el sol. Su piel también resplandecía, emanando una luz divina que la hacía parecer una diosa en la tierra.
Siendo observada por la deidad, aunque fuera la próxima Khepri, se sintió totalmente intimidad. Fue interrogada por voz majestuosa pero llena de ira: -¿Qué te trae a mi templo, mi joven sucesora?
Naya se arrodilló ante la deidad y comenzó a hablar con voz temblorosa pero llena de determinación: -Oh, gran Khepri, he venido en busca de tu ayuda en un momento de desesperación. Nada se te escapa, ya debes saber que los tigres están en grave peligro. Su templo ha caído en la corrupción, y ahora están a merced de un impuro que amenaza con destruir el equilibrio del continente del gran Astro.
Khepri frunció el ceño, sus ojos dorados destellando con un atisbo de rencor. -¿Vienes a suplicar por ellos?
-Sabes que esto no se trata de solo salvarlos a ellos...- Naya se atrevió a mantenerle la mirada, recibiendo un golpe espiritual que la dejo sin aliento. Tuvo que bajar la cabeza, perdiéndose la expresión culpable de la Khepri, pues la deidad podía sentir que su aprendiz estaba embarazada en este momento.
-¿Por qué debería preocuparme por los tigres y su destino? Luchar contra la corrupción no tiene nada que ver con darle asilo a esos traidores- dijo con voz petulante. -Han cometido un acto imperdonable al arrebatar la vida de Khalid, ¿sabes quien era? Fue..fue mi Líder Omega. ¿Por qué debería ayudar a quienes me han infligido tal dolor?
Naya mantuvo la calma y se esforzó en persuadir a la deidad, aunque pudiera parecer caprichosa, estaba ejerciendo bien su papel, pues la protectora de los Leones solo le importaban sus propios asuntos, no necesitaba velar por otras especies.
-Entiendo tu dolor y enojo, Khepri, pero también debemos considerar el equilibrio de la sabana. Si los tigres caen bajo el control del impuro, nuestro territorio enfrentará un peligro aún mayor. La rivalidad entre leones y tigres ha durado demasiado. Es hora de dejar de lado nuestras diferencias y unirnos para proteger este lugar que todos compartimos. Khalid no querría que su muerte desencadenara una guerra, no querría que dejaras desamparados a sus hijos y nietos, porque nuestro trío Líder va a intervenir en esta batalla. Por lo que te ruego que mires más allá de tu rencor y veas la necesidad de esta alianza.
Khepri reflexionó por un momento, su mirada indecisa. Finalmente, habló con voz suave pero llena de dudas: -Tus palabras son persuasivas, Naya, pero no puedo prometer nada en este momento. Debo sopesar cuidadosamente esta decisión. Hablaré con el gran astro y consideraré lo que es mejor para la sabana y nuestros lazos ancestrales.
Naya se sintió aliviada de haber logrado al menos una apertura en el corazón caprichoso de Khepri. Se levantó de su postración y miró a la deidad con gratitud en sus ojos dorados. La alianza entre leones y tigres aún no estaba asegurada, pero Naya había sembrado la semilla de la esperanza en medio de la adversidad.
Después de que Naya dejó el templo de los leones, un suceso sin precedentes ocurrió, el Gran Astro, el dios venerado en Yanara, decidió intervenir. La luz del día se volvió más intensa y dorada, llenando el templo de los Leones con un resplandor divino. La voz del Gran Astro resonó en el aire, un susurro de luz que envolvió a la deidad leona.
-Khepri, amada y diligente, como tus antecesoras, te considero más que uno de mis súbditos, eres una hija para mi, confió en su criterio para que convivan en paz, pero deseo que escuches mis palabras- habló el Gran Astro a través de la luz. Era de conocimiento popular, que la deidad del día nunca intervenía, alejado totalmente del plano terrenal, a diferencia de las otras dos deidades maximas.
El tono de su voz era majestuoso y lleno de autoridad divina. Khepri sintió un profundo respeto en su corazón mientras escuchaba. -Yo amo y protejo a todos los felinos por igual. La rivalidad entre los leones y los tigres no es lo que deseaba Felinae. Debes recordar que todos ustedes son mis hijos y que la unidad es esencial para mantener el equilibrio que he diseñado. Permite que el amor y la compasión guíen tus acciones.
La Khepri estaba sorprendida, que aun después de tantos siglos, la deidad de la luz siguiera recordando al primer ancestro de los grandes felinos. Pero sobre todo estaba asombrada por la intervención directa del Gran Astro, se arrodilló en señal de profundo respeto. Las lágrimas de gratitud brillaban en sus ojos dorados mientras respondía con humildad: -Entiendo, Gran Astro. Tus palabras son sabias y llenas de verdad. Agradezco tu guía y prometo seguir tu voluntad.
En ese momento, Khepri se elevó en el plano espiritual, dejando su forma física detrás de ella. En ese plano abstracto, todo estaba formado por partículas de energía pura que resplandecían en colores azules y fucsias, creando un paisaje etéreo y celestial. Khepri se encontró con Shiva, la deidad de los tigres, quien también había dejado su forma física para reunirse en ese plano espiritual.
Las dos deidades se miraron a los ojos, sus energías entrelazándose en un abrazo de reconciliación y unidad. Juntas, prometieron trabajar juntas para restaurar el equilibrio en la sabana y proteger a todos los felinos por igual, superando la rivalidad del pasado.
Ante sus ojos, aparecieron tres luces doradas, brillantes como estrellas en el cielo. Eran las bendiciones del Gran Astro para los tigres. Cada una de ellas irradiaba un poder divino que llenaba el plano espiritual con una luz aún más intensa.
Shiva se postró ante las tres luces doradas y las recibió con profundo respeto. Sabía que estas bendiciones serían cruciales para los tigres y su futuro en la sabana compartida.
Luego, en manos de Khepri sintió dos luces doradas adicionales, estas eran las bendiciones para los leones, un gesto de equidad del Gran Astro. Era el don de la fuerza maxima para un Líder Alfa león y un mayor nivel espiritual para un Líder Omega. Pero era raro, ya los tres líderes estaban bien establecidos, ¿por qué...
Khepri entonces lo entendía, eran para Yoongi y Taehyung.
CONTINUARÁ
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El rugido salvaje /Yoonmin (Omegaverse)
FanficLa ilusión de una vida perfecta, la añoranza de compartirla con tu alma gemela; el abrupto rugido que te lo arrebata todo. Yoongi solo quería sentirse salvaje y vivo esa noche. Pareja principal: Yoonmin Pareja Secundaria: HopeV - NamJin