...me enamoré de ti
Mi familia fundó una heladería y ha venido de generación en generación. Por lo que ahora la encargada es mi madre. Yo trabajo aquí porque ella dice que tengo que ir aprendiendo desde ya para cuando la próxima jefa sea yo. Bueno, no estoy sola, mi prima y mi mejor amigo también trabajan aquí. Y, aunque la verdad es que no está en la lista principal de mis deseos a futuro pasarme metida aquí trabajando de esto, al final creo que no tendré otra opción más que hacerlo.
Toda mi vida he vivido acá en Springfield, Illinois; aunque, a veces, o mejor dicho cada diciembre, tomo un vuelo hacia Londres, Inglaterra, ya que mi papá vive allá con su familia y me toca visitarlos para esas fechas.
Desde que salí de bachillerato no he estudiado más. Por más fácil que se vea la vida aquí en los Estados Unidos nada es como lo parece. Hay familias, como la mía, que hace de todo con tal de tener lo necesario, y tampoco le he exigido más de la cuenta a mi mamá, por lo que nunca le dije que quería seguir estudiando la carrera de mis sueños. Y mi papá me ha preguntado varias veces si en verdad quiero pasar metida aquí en la heladería toda mi vida y, para no decepcionar a mi mamá o abandonarla a su suerte en este trabajo tan pesado, le he dicho siempre que sí, que estoy bien y que me gusta lo que hago, aunque quisiera decirles a ambos a gritos que ya no quiero estar aquí.
Todos los días me aburro mucho y de no ser porque aquí hay un televisor en el que puedo poner mi música favorita, capaz y me daría algo de la tristeza de no hacer más nada que ir de mesa en mesa tomando las órdenes de todo el que visita la heladería.
Tengo 20 años y siento que no he hecho nada de provecho con mi vida.
De vez en cuando, saco a pasear a mi perrito al parque. Es una bola de pelos que parece peluche y se llama Snowball. La verdad es que quería adoptar a un conejo y ponerle ese nombre en honor al que sale en la película La vida secreta de tus mascotas, pero cuando vi a ese pequeñín indefenso en el refugio supe que tenía que ser el elegido. Así que lo terminé adoptando y bautizando con ese nombre. Es mi hijo. Lo cuido bastante y lo amo demasiado.
Snowball también viaja conmigo a Londres, y es mi mejor compañía en dicho lugar, porque, aunque suelo hablar con mi madrastra mucho, pues no tengo ningún conocido ahí debido a que soy demasiado tímida y me pongo nerviosa si alguien, al que en mi vida he visto, se me acerque a querer platicar conmigo.
Me gustaría ser más sociable, pero no lo logro por completo. Y eso me frustra.
Aunque, ayer entablé media conversación con un chico en el parque, quien, por cierto, se veía que era demasiado amable, pero, sobre todo, muy guapo. Y me fui rápido de su lado cuando vi que una chica se le acercó. Por lo que mi alarma se encendió y me hizo ponerme nerviosa, para al final terminar huyendo del lugar antes de que lo notaran.
Estoy terminando de atender la mesa número 2. Son dos chicos que vienen seguido y piden lo mismo. Ya ni necesidad hay de que les pase la carta. Me agrada su presencia porque son demasiado chistosos y caen muy bien. Sus nombres son Terry y Fierce, y ambos son muy reconocidos en esta zona ya que pertenecen a una banda de covers llamada Moondream, la cual es muy popular y buena.
Hay días en los que este lugar colapsa y días en los que parece un desierto. Pero ahora es una mezcla de ambos. Es término medio, como la carne. No hay muchos y tampoco pocos. Y eso me pone bien.
—¿Te sucede algo? —Me preguntó Kyrre, mi mejor amigo.
—¿Qué? No, ¿por qué?
—Vamos, te conozco y andas muy distraída.

ESTÁS LEYENDO
¿Te quedas conmigo?
RomanceDylan Harper, un estudiante universitario que sueña con ser animador digital, busca dejar atrás un pasado lleno de sombras. Claire Avery, una joven reservada que trabaja en la heladería de su familia, sueña con escapar y dedicarse al diseño de modas...