27- Dylan

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Historia de Dylan A. Harper Holt

Una madre es lo mejor que te puede dar Dios en la vida. Cuando yo perdí a la mía, absolutamente todo se me vino abajo. No sabía qué hacer. Estaba joven, y lo único que hice fue ponerme a llorar. Sí, llorar y llorar al saber que jamás la iba a volver a ver. Somos humanos; tenemos sentimientos, era obvio que eso me había destruido por completo.

Recuerdo que un día antes había ido a verla al hospital en el que estaba ingresada. La veía mejor, llena de vida, y quiérase o no, eso me dio una enorme esperanza. Reímos hasta que nos quedamos sin aire, contábamos anécdotas familiares y de una que otra travesura que Gideon y yo hacíamos en el colegio. Ver a mi madre así de feliz ese día fue uno de los mejores regalos de mi vida. Jamás olvidaré ese día.

En la noche tenía que irme para la casa, el chofer ya había regresado a recogerme, y recuerdo muy bien que ella me dijo: <<Te amo, hijo>>. Y eso me hizo sentir bien. Esas palabras me fortalecieron. Besé su frente y le susurré que yo también, mientras le sobaba su cabeza lisa por la falta de cabello; por la culpa del maldito cáncer. Y me fui de su lado sin saber que esa era la última vez que la vería respirando. Que la vería con vida.

Era de madrugada y todos los teléfonos se dispararon en la casa. Me levanté y busqué el mío por todas partes, pero no lo encontré porque lo había dejado en la limosina. Con mi mirada intentaba encontrar a mi papá por cada rincón de la mansión, pero nunca di con él. Quería saber qué pasaba. Sentía que a mi pecho le faltaba aire. Ver a cada sirviente correr de manera ajolotada por todos lados me robaba aliento. Y, ese presentimiento que sientes dentro de ti muchas veces se convierte en tu enemigo. Te hace dudar y pensar lo peor. Yo presentía que algo malo pasaba, solo que no quería admitirlo.

Hasta que llegué al comedor y vi a mi hermano apoyado con su brazo en una silla. Levantó su vista al sentir que alguien estaba ahí, y lo vi todo en sus ojos llorosos. Corrió hacia mí y me envolvió en un fuerte abrazo. Minutos después seguíamos así, y me susurró al oído lentamente: <<Dyl..., mamá..., mamá falleció>>. Me separé de Gideon y negué con mi cabeza. No lo podía creer. Tenía que ser un error. Mi madre no podía estar muerta, no cuando hace unas horas la había visto con vida.

Me fui corriendo a mi habitación y cuando llegué caí de rodillas sobre la alfombra acolchonada. Recordé las últimas palabras que me había dicho en la noche y entonces comencé a llorar.

Pasó cierto tiempo y yo aún seguía tirado en la alfombra, encogido y con la cabeza hundida entre mis rodillas, abrazándome fuerte. Aunque ese abrazo no era suficiente. Nada podía llenar el vacío que sentía.

Escuché que abrieron la puerta y no quise ni girarme para ver de quién se trataba. Solamente sentí unos brazos delgados rodeándome y diciéndome: <<Aquí estoy para ti>>. Esa persona olía a rosas; a esa persona la quería demasiado; esa persona estuvo para mí cuando todo en mi se apagó..., esa persona era Genevieve.

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora