32- Claire - Una cruda verdad

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Una cruda verdad 

Cuando menos te lo esperas todo puede cambiar en tu vida. Para bien o para mal. En este caso, absolutamente todo se me está saliendo de las manos. Poco a poco se va acercando el día. Me siento realmente frustrada.

Nunca sabes en qué momento tu felicidad se puede evaporar en un dos por tres.

Hoy es el cumpleaños de Dylan, le he comprado un regalo, que sé muy bien que le gustará mucho.
Estoy decorando la caja, ya que no hay clientes, lo cual es un punto a mi favor. Amo que las personas no coman helado por el clima frío que hay últimamente.

Apagué la música, en serio que me siento mal porque ni eso hace que olvide todo.

Una vez terminado el regalo, lo puse a un lado, donde no se fuese a caer o a fregar.

Me puse a limpiar una mesa, ya que no tenía otra cosa más importante que hacer aquí; en eso, escuché que la campanilla del local sonó y entró una persona quitándose el gorro de su suéter, pero, al mismo tiempo, tiró con unas fuerzas bárbaras la puerta por detrás suyo.

—Buenas tardes.

—Buenas... —se me cortó la voz.

La exnovia de Dylan estaba parada justamente enfrente de mí con su ceño fruncido y con sus brazos cruzados. Daba miedo como me veía de manera fija y con una ceja enarcada.

La elegancia le escurre por todos lados. Creo que ella hasta con lo más simple que se pusiera encima luciría siempre radiante, y es que todo en ella es... maravilloso.

—¿Así que trabajas aquí? —miró a todos lados controlando una risa burlona.

Yo solo asentí. Por alguna extraña razón no me salían las palabras, o sea, es decir, nunca me han fluido así de la nada, pero el solo tener a Genevieve de frente hacía que todo en mí se achicara. Ya no era la misma chica que se acercó a mí aquella mañana, hoy es completamente distinta. Como si la persona que conocí jamás existió y solo fingía ser alguien más.

—No lo puedo creer. —Se sentó en una silla —. Tráeme una botella de agua.

Y nuevamente, a esta en verdad que se le olvida la palabra por favor.

—¿Y si mejor te traigo el menú?

Al fin hablé después de tanto, solo que eso que había dicho fue algo realmente estúpido. Defenderme en casos así de extra especiales se me hacían una tarea difícil ahora.

—Claro que no. ¡Qué asco! No me imagino comiendo lo que sea que vendan acá. El helado engorda, ¿no lo sabías? —me miró de arriba hacia abajo —. Bueno, creo que fue estúpido de mi parte preguntarte eso. Creo que te has de mirar al espejo todos los días y solita te has de dar cuenta —rio.

Me di la vuelta demasiado molesta por lo que había insinuado. Pero no podía darle el placer y la satisfacción tampoco de hacerme explotar, porque sé perfectamente que lo que quiere es eso... provocarme.

Pero ¿en verdad estoy gorda? —me miré —. Estoy gorda, sí. Y ahora ya me quedó eso de que lo estoy.

Regresé en ese instante con su dichosa botella de agua y se la extendí.

—Tienes que colocarla en la mesa, ¿acaso no te han enseñado eso? Digo, si eres una simple meserita tendrías que saberlo ya, supongo.

Relájate, Claire.

Respira, mamacita, respira... respira.

Se la coloqué en la mesa y ella me sonrió ampliamente, mostrando esa dentadura resplandeciente. Poco más y podía ver mi reflejo en ellos.

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora