El helado milagroso
Había ido esta mañana a dejar a Happy a la veterinaria para que chequearan que todo estuviera bien con ella y le pusieran las vacunas que le tocaban. Esa veterinaria es una de las mejores que conozco por acá, lo único raro es el nombre, ya que tengo entendido que el doctor le puso así por el apodo que le dice a su esposa, lo cual es gracioso igual. Pero ambos doctores son muy buenos en lo que hacen y siempre me regresan a Happy mejor de lo que la llevo.
Phoebe me había acompañado, ya que Arianna, una de nuestras amigas, le había cancelado una salida y, como Phoebe ya estaba arreglada, no quiso quedarse con los colochos hechos y, cuando me vio salir de casa, no tardó nada en salir corriendo hacia mi coche y subirse al asiento del copiloto. Y sabía una cosa: Que en algún momento me pediría que fuésemos a comer algo.
Y, pensado, dicho y hecho, me guio hacia una heladería que es muy famosa en este lugar. A Phoebe le encanta comer helado, tanto que podría comerlo todos los días de ser posible. Así que juntos estamos entrando en estos momentos a dicha heladería únicamente para no tener que escucharla todo lo que queda del día quejarse porque no quise acompañarla a tan emocionante aventura.
—Bien, ve a pedirlos tú —se sentó en la mesa número 5 —. Quiero uno de fresa, por fis.
—¡Vaya! ¿No quiere algo más patrona? —la miré de mala gana.
—No, sería solamente eso.
No me gusta ir a ordenar comida ni nada, muchas veces me enredo al momento de pedir. De pequeño y aún de adolescente siempre le decía a la persona que me acompañaba que pidiera por mí, incluso cuando pedía alguna comida por delivery obligaba a mi hermano a ordenarla.
Fijándome mejor en el local puedo decir hasta ahora que es bonito y agradable. El estilo es de esos clásicos; es como si estuvieses viendo la heladería de la película de Grease. Y tengo que admitir que me encantó mucho por eso mismo, ya que me gusta esa película y todas las canciones que salen en ella.
Llegué al mostrador casi sudando, casi temblando y casi chillando por los nervios, pero aclarando mi garganta me tomé de valentía y le dije amablemente al chico con gorrito de marinero que atendía:
—Hola, quiero un helado de limón y otro de fresa, por favor.
Era la primera vez que no se me trababa la lengua.
Agradecido con el de arriba.
—Muy bien, en un momento mi compañera, casi jefa, se los llevará —me dijo, escondiendo una risa.
—Gracias.
Pasé saludando en el trayecto a dos chicos que pertenecen a una banda de covers llamada Moondream, quienes se alegraron igual por verme. Los conozco porque uno de mis primos perteneció a ella en su adolescencia, pero no continuó porque estudió para ser piloto aviador.
En todo lo que nuestra orden llegaba, Phoebe me terminó por contar sobre el libro del que me hablaba ayer antes de que Happy se escapará en el parque. Y debo de admitir que me gustó demasiado. Era la primera vez que hablaba sobre uno interesante, que hasta me dieron ganas de leerlo algún día. Y hasta me enteré de que la autora es la misma doctora de la Veterinaria Galletita en donde dejé a Happy esta mañana.
Luego de un momento perdí a mi amiga. Es que a Phoebe le encanta leer y hasta tiene una aplicación en su celular para eso. Así que cuando comienza no le gusta que nadie la interrumpa.
El angelito se convierte en diablito cuando eso pasa.
Vi que una señora entró al local y, tal parece que regañó a alguien, y aunque la curiosidad me mataba en girar mi cabeza y ver qué pasaba, evité hacerlo. La señora habla fuerte y se escucha en todo el local, lo cual se me hizo gracioso, pero me sentí mal por sea quien sea la persona a la que esté regañando. Así que comencé a jugar en mi celular para poder dejar de prestarle atención a eso.
Luego de un momento, nuestros helados llegaron y lo primero que hizo Phoebe fue tirar su cuchara al suelo.
—Ups —se rio —. ¿Serías tan amable de ir a por otra cuchara, por fis?
—Phoebe, ¿por qué no lo haces tú? —le fruncí el ceño.
—Muy bien. No me hagas ese favor. Ya no me quieres, ya te aburrí, ya tienes a otra mejor amiga quizás.
Dios mío dame paciencia con esta muchachita.
—Shhh —la callé, antes de que me diera dolor de cabeza por su culpa, y busqué al chico rubio que trabaja aquí —. Oye, ¿puedes traerme otra cuchara, por favor?
—Si me permites un poco... —Trataba de anotar el pedido de una mesa familiar, ya que un niño le jalaba su delantal e intentaba quitarle la pluma y como no podía lloraba frustrado —. ¿Podrías ir tú? —me miró con cara de preocupación.
—Eh..., claro —miré con horror al niño que lo molestaba —. No te preocupes. Iré yo —le rodé los ojos a Phoebe.
Esa chamaca por estar lee y lee ni tan siquiera quiso ir por una estúpida cuchara ella misma.
Hasta eso le cuesta hacer.
Caminé hasta el mostrador —otra vez horrorizado y rezando — y cuando llegué dije:
—¿Me pueden dar una cuchara extra, por favor? Es que mi acompañante tiró la suya.
Una chica de cabello castaño claro me extendió una y cuando me di cuenta no era cualquier persona. Era ella.
—¡Oh, gracias! —tomé la cuchara —. Me alegra verte otra vez, Claire. —Le sonreí y me di la vuelta.
Me dio demasiado gusto verla. No tenía planeado volvérmela a topar y menos en este lugar.
Ahora me doy cuenta de que todo puede pasar en esta vida cuando menos lo esperes.
—¿Sonríes? ¿Tú? —Phoebe había dejado su celular a un lado. Por fin.
—¿Qué? ¡Claro que no! —le extendí la cuchara de mala gana.
Pero mi mejor amiga disimula tanto y se giró rápidamente buscando a alguien. Y supe que había visto ya a Claire cuando abrió su boca en grande y puso su mano sobre ella para taparla.
—¡No lo creo! —chilló.
—Puedes al menos no hablar fuerte.
—Es el destino, tu destino.
Cuando dijo eso me puse en qué pensar.
Pero ¿y si él destino quiere decirme algo esta vez? La vida da muchas vueltas y lo único que quiero es encontrar a alguien con quien ser feliz y... No, espera. ¿Qué estoy diciendo?
Mejor comencé a comer mi helado antes de que se derritiera al igual que yo viéndola a ella.
Qué profundo.
Lo sé.
Volví a girarme para ver si la podía ver de nuevo, pero una sonrisa se me escapó al notar que ella ya me veía y reaccionaba al instante comenzando a hacer algo más para poder disimularlo.
Ya me voy encontrando dos veces seguidas a Claire, lo cual no me resulta extraño, es más me llena de felicidad eso.
Creo que Phoebe tuvo razón ayer: me siento bien cuando la veo. Cada vez que la veo sonrió. Sonrió por ella.
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¿Te quedas conmigo?
RomantizmDylan Harper, un estudiante universitario que sueña con ser animador digital, busca dejar atrás un pasado lleno de sombras. Claire Avery, una joven reservada que trabaja en la heladería de su familia, sueña con escapar y dedicarse al diseño de modas...