3- Dylan - El helado milagroso

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El helado milagroso

Dejé a Happy en la veterinaria. Creo que es la clínica con un nombre fuera de lo común y gracioso. Pero los doctores de ahí son muy buenos y siempre me regresan a Happy mejor de lo que la llevo.

Phoebe estaba moleste y moleste con que tenía ganas de comer helado. Le encanta eso y de ser posible lo comería todos los días. Y es por lo mismo por lo que en estos momentos estamos entrando a una heladería a la que nunca había venido. Pero, he escuchado que es muy famosa en este lugar. No soy amante del helado, pero para que Phoebe deje de insistir (joder) cumplí su gusto.

—Bien, ve a pedirlos tú —se sentó en la mesa número 5 —. Quiero uno de fresa, por fis.

—¡Vaya! ¿No quiere algo más patrona? —la miré de mala gana.

—No, sería solamente eso.

No me gusta ir a ordenar comida. Muchas veces me enredó al momento de pedir. Me frustra ser así.

El lugar es agradable, tiene un estilo bastante genial y clásico; es como si estuvieses viendo un local de la película de Grease. Y tengo que admitir que me encantó.

Llegué al mostrador casi sudando, casi temblando y casi chillando por los nervios, pero aclarando mi garganta me tomé de valentía y le dije amablemente al chico que atendía:

—Hola, quiero un helado de limón y otro de fresa, por favor.

Era la primera vez que no se me trababa la lengua.

Agradecido con el de arriba.

Siento que puede respirar bien ya.

—Muy bien, en un momento mi compañera, casi jefa se los lleva —me dijo, escondiendo una risotada.

—Gracias.

Pasé saludando en el trayecto a dos chicos que pertenecen a una banda de covers llamada Moondream, quienes se alegraron igual por verme.

En todo lo que nuestra orden llegaba, Phoebe me terminó de contar sobre el libro. Me llamó bastante la atención, era la primera vez que hablaba algo interesante. Hasta me dieron ganas de leerlo.

Luego de un momento perdí a mi amiga. Es que a Phoebe le encanta leer y hasta tiene una aplicación en su celular para eso. Así que cuando comienza no le gusta que nadie la interrumpa.

El angelito se convierte en diablito cuando eso pasa.

Vi que una señora entró al local. Parece que regañó a alguien, y aunque la curiosidad me mataba en girar mi cabeza y ver qué pasaba, evité hacerlo. Por lo que comencé a jugar en mi celular. La señora habla fuerte y se escucha en todo el local, lo cual se me hizo gracioso, pero me sentí mal por sea quien sea la persona a la que esté regañando.

Luego de un momento, nuestros helados llegaron y lo primero que hizo Phoebe fue tirar su cuchara al suelo. 

—Ups —se rio —. Serías tan amable de ir a por otra cuchara, por fis.

—Phoebe, ¿por qué no lo haces tú? —le fruncí el ceño.

—Muy bien. No me hagas ese favor. Ya no me quieres, ya te aburrí, ya tienes a otra mejor amiga quizás.

—Shhh —la callé y busqué al chico rubio que trabaja aquí —. Oye, ¿puedes traerme una cuchara, por favor?

—Si me permites un poco... —Trataba de anotar el pedido de una mesa familiar, ya que un niño le jalaba su delantal e intentaba quitarle la pluma —. ¿Podrías ir tú? —me miró con cara de preocupación.

—Eh... claro —miré con horror al niño que lo molestaba —. No te preocupes. Iré yo —le rodé los ojos a Phoebe.

Esa chamaca por estar lee y lee ni tan siquiera quiso ir por una estúpida cuchara.

Hasta eso le cuesta hacer.

Caminé hasta el mostrador, otra vez horrorizado, y cuando llegué dije:

—¿Me pueden dar una cuchara extra, por favor? Es que mi acompañante tiró la suya.

Una chica de cabello castaño claro me extendió una y cuando me di cuenta no era cualquier persona. Es ella. Es Claire. Y con ese uniforme de trabajo se ve más linda.

—¡Oh, gracias! —tomé la cuchara —. Me alegra verte otra vez, Claire. —Le sonreí y me di la vuelta.

Me dio demasiado gusto verla. No tenía planeado volvérmela a topar y menos en este lugar.

Ahora me doy cuenta de que todo puede pasar en esta vida cuando menos lo esperes.

—¿Sonríes? ¿Tú? —Phoebe había dejado su celular a un lado. Por fin.

—¿Qué? ¡Claro que no! —le extendí la cuchara.

Pero mi mejor amiga disimula tanto y se giró rápidamente buscando a alguien. Y supe que había visto ya a Claire cuando abrió su boca en grande y puso su mano sobre ella para taparla.

—¡No lo creo! —chilló.

—Puedes al menos no hablar fuerte.

—Es el destino, tu destino.

Cuando dijo eso me puse en qué pensar.

Pero ¿y si él destino quiere decirme algo esta vez? La vida da muchas vueltas y lo único que quiero es encontrar a alguien con quien ser feliz...

No, espera. ¿Qué estoy diciendo?

Estoy loco.

No sé ni por qué ando diciendo esas bobadas.

Mejor comencé a comer mi helado antes de que se derritiera al igual que yo viéndola a ella.

Qué profundo.

Lo sé.

Ya me voy encontrando dos veces seguidas a Claire, lo cual no me resulta extraño, me llena de felicidad eso. Cada vez que la veo sonrió. Sonrió por ella.

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora