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El fiscal y Bartolomé se las habían rebuscado para que Luz y Amelia quedarán mal.
–Esto es bastante extraño. Ayer aquella señorita que decía ser la heredera y hoy estás chiquitas.
–Mire que nosotras le estamos diciendo la verdad, don. –le dijo Amelia saliendo en su defensa y en la de las dos rubias.
–Con todo respeto mí señoría, todo esto es obra de la mucama, usted piense que estamos hablando de una herencia millonaria, che.
–¿Y las nenas? –insistió el hombre que estaba a cargo del caso de las hermanas Inchausti.
–Las niñas crecieron respirando humedad en una habitación fría… –dijo dejando el tema al aire al ver cómo intercambiaban ambos fiscales una que otras palabras. –¿Proseguimos?
–Yo le digo la verdad. –dijo Amelia nuevamente. Justina apareció y se sorprendió al ver a ambas rubias enfrente de un fiscal, que no era ni más ni menos que el que llevaba su caso.
–¿Que pasa acá?
–Eso mismo me preguntó yo, ¿Que pasa acá? –le respondió bartolome. –¿Por qué las chiquitas no están haciendo la tarea? Tini llévalas. Luz es la hija de mí ama de llaves.
–¡Y de Carlos María Inchausti! –le dijo la menor al fiscal.
–¿Cómo? –preguntó el fiscal interesado.
–¡Lo que escucho! Luz y yo somos hermanas. –dijo Amelia y recibió un golpe por Bartolomé que nadie más vio.
–Hija no inventes cosas. –le dijo Justina a su hija intentando que no diga nada.
–¡No! Vos me dijiste que Carlos María era mí papá y yo investigué, y Carlos may era el dueño de esta casa y el papá de Amelia y Cielo.
–Además como no vamos a investigar si las tres herederas coinciden con nuestras edades, y las tres tenemos algo que nos une a Carlos María. –les dijo Amelia segura tirando de Luz -suavemente- para que se quede con ella al lado.
–¡Ah! ¡Bue! ¡Bue! –exclamaron Bartolomé y Justina como si estuvieran divertidos con toda esta situación. Empezaron a reírse.
–Esto es un dis-pa-ra-te. –dijo Justina con gracia. –Mira si yo no voy a saber quién es tu papá. –dijo riendo.
Los dos fiscales estaban serios, no estaban para nada divertidos con esta situación. Amelia estaba que quería gritarles a todos que les creyeran, pero ella no quería ilusionarse
–Luz, Amelia vamos. –dijo Justina sacándolas a la fuerza.
Ambas rubias salieron y Bartolomé trató de arreglar la situación por la cual fue denegada ya que había una duda, y esa era una duda grande. Había tres denunciantes que alegaban ser las tres herederas.