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[...]
–Che, ¿no piensan que esto es un delirio? –pregunto Rama mientras ponía las flores en la mesa. Jaz y Tacho eran los encargados de las telas.
–Pero a Lleca le hace bien, ¿Y quienes somos nosotros para impedir su delirio? Si él es feliz yo lo apoyo. –dijo Amelia recibiendo un asentimiento de Mar.
–Escuchame, ¿Vos no queres hacer eso? –le preguntó Thiago agachándose hacía Mar.
–¿En serio? –preguntó con una sonrisa.
–¿Te querés casar conmigo?
–¡No! Te estoy haciendo un chiste yo. –dijo Mar con una sonrisa divertida.
–Obvio, yo también te estoy haciendo un chiste, Mar. ¿Y es una locura, no? –le pregunto Thiago y se acercó a Mar para besarla, pero no lo hizo porque Mar miró que Aleli los veían con una sonrisa.
–¿Y el beso? –preguntó ella suspirando como enamorada.
–¿Beso? Vos sos muy chiquita para besos. –le dijo Rama sacando su lado sobreprotector con Aleli. –Mar, ¿Me prestas el celular?
–¡Si! Para que lo tenia acá… –busco su celular en el bolsillo y lo saco. –Toma.
Rama se alejó un poco, marcó un número y espero que atendieran y suspiró. Mientras volvía a intentar.
–Otra vez va a llamar a Brenda y no le atiende. ¿No tienen una chica para él? –pregunto Aleli y se giró a ver a Lía que estaba cosiendo una tela que no servía, y no estaba prestando atención. –¿Y vos Lía?
–¿Yo qué cosa? –pregunto confundida la nombrada mientras se enderezaba.
–¿No te gusta mí hermano?
–¿Tu hermano? ¿Que…? –pregunto aún más confundida que antes.
–Si, vos serías una re novia para mí hermano.
–Me parece que vos soñas bastante, bonita. Yo ya tengo novio. –le dijo ella mientras miraba como le había quedado la tela, hizo una mueca y tiró la tela, le había quedado mal.
–¿Quién es? –preguntó Aleli interesada.
–Dylan.
–Ah… mí hermano antes me dijo que vos eras bastante… –Aleli fue interrumpida por Lleca que venía con Ardilla.
–Permiso. –dijo Lleca y los chicos se acercaron a la puerta para ver a Lleca y a una chica con dos trencitas de la mano de lleca. –Mi prometida, un aplauso por favor.
Los chicos empezaron a aplaudir con una sonrisa y vieron como la prometida de lleca se ponía roja de la vergüenza.
–¡Woo! –gritaban las chicas mientras agarraban las telas del piso que habían tirado Tacho y Jaz.