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–¿Hola? –Amelia atendió el teléfono cuando sintió su celular vibrar.
–Lili. –escucho un sollozo del otro lado.
–Dyl. ¿Que paso? ¿Estás bien? –ella preguntó preocupada y recibió una mirada curiosa de Tacho, que estaba con ella en el bar.
–No. –se escuchó otro sollozo del morocho. –M-mi hermana está internada. –La rubia se llevó las manos a la boca de la impresión. –T-tuvo un accidente y ahora está internada, está muy grave, Lili.
–Ay Dylan. –ella se levantó de la silla y le empezó a hacer señas a Tacho con las manos de que se iba. –¿Dónde estás? ¿Querés que vaya?
–Por favor, no se a quien más llamar. Ahí te pasó la dirección.
Dylan le pasó la dirección a la rubia y ella la anoto caminando hacia un taxi. Le cortó al morocho y le aviso que ya estaba en un taxi yendo de camino hacia la clínica en la que él estaba.
[...]
Cuando llegó a la clínica se acercó a la recepción y preguntó por Mara Russo, y le avisaron que estaba en el segundo piso en el cuarto 7b.
Llego al segundo piso y vio a Dylan y a su familia en la sala de espera, todos con una cara peor que la otra. El morocho inmediatamente la vio se acercó a ella y la abrazo.
Amelia lo abrazó y dejó que él llorará en su hombro, descargando.
–Ay Dyl. –ella dio un suave suspiró y le acarició el pelo. La familia del morocho los miraba con curiosidad y confusión. Los miro, cuando se separó de Dylan, y se presentó. –Hola, soy Amelia. –les dio una sonrisa de labios apretados y ellos solo asintieron.
–Gisela, un gusto Amelia, soy la mamá de Dylan. –Amelia asintió, después de regalarle una sonrisa que salió más una mueca. El hombre que estaba al lado de la mujer no dijo nada, ni la miró. –Ojalá nos hubiéramos conocido en otras circunstancias.
–Me hubiera encantado. –Asintió de acuerdo con lo que decía la mujer. Se giró hacía el morocho que estaba con la mirada perdida. –¿Tomaste algo? –pregunto preocupada.
–No. No tomé ni comí nada.
–¿Por qué no vamos a tomar algo? Repaso te despejas un poco.
Antes de que Dylan pudiera negarse o decir algo negativo su mamá, Gisela, lo interrumpió. –Mi sol anda, yo cualquier cosa que le pase a Mara te aviso.
–Vamos. –ella le agarró suavemente la mano de él y empezó a tirar, en completo silencio.
Llegaron a una especie de cafetería y compraron tres cafés, uno para Gisela, otro para el padre de Dylan -que no se había presentado y no sabía el nombre - y el tercero para Dylan, y un paquete de galletitas dulces solo para Dylan, ya que si no comía nada se podría llegar a desmayar y Amelia no quería eso.