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Dylan se acercó al bar con una sonrisa. Llegó a una mesa vacía y se sentó a esperar que lo atiendan.
Los únicos que estaban en el bar eran Jazmín y Rama, el resto de los chicos estaban en la mansión.
El castaño cuando vio al morocho sentado en una mesa se acercó a paso rápido. –¿Qué es lo que querés acá? ¿No era que no ibas a volver?
–Pero che, que feo tratan acá a la gente. –él sonrió divertido. –¿Así tratas a todos tus clientes? Pésimo servicio.
–¿Qué querés? –volvió a preguntar.
–Vengo a ver a Amelia. –el castaño se quedó desequilibrado.
–¿Qué? Si ella no te quiere ver, y por lo que le dijiste vos a ella tampoco.
El morocho chasqueó los dedos en la cara de Rama. –Ay Ramita, Ramita. Eso es pasado para mí vida.
–¿Qué pasado ni pasado, hueco? Hacerme el favor de irte.
–¿Ella no te contó que ya nos arreglamos? –él sonrió aún más cuando el castaño puso una cara de confusión. –Si, te cuento, para que veas que tan malo no soy. Ayer me llamó llorando, pidiéndome perdón, rogando que volviéramos, hasta me dijo te amo y todo. –el morocho se levantó de la silla y encaró a Rama. –Me importa un comino lo que sentís por mí novia, olvídate de ella, porque ella está conmigo, no con vos. Aléjate de ella. –iba a responderle cuando Suma volvió a hablar. –¿Sabes algo? No quiero nada mejor, me voy. –agarró sus cosas y empezó a caminar, se giró y lo vio estático. –Acordate lo que te dije, ¿Si?
El castaño solamente se giró y entró al bar, fingiendo tranquilidad. Pero cuando entró y estuvo seguro de que nadie lo veía tiró todo lo que había en la mesa. Estaba enojado. ¿Por qué Amelia le había pedido perdón al tarado de Dylan?
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La rubia iba con una sonrisa comiendo un chupetín. Hacía rato que no veía a alguno de sus amigos, o a alguno de los chicos.
En general había estado en el jardín -su lugar en la casa, ya que era uno de los que concurría-, y ahora iba hacia la sala, buscando a los chicos.
No vio a nadie así que fue hacia arriba, caminando tranquilamente. Ese día había sido un día bastante bueno, no había tenido ningún problema, nada. Solo seguía peleada con Jaz, al punto de que ahora se ignoraban.
Caminó y en el pasillo vio Thiago con Cielo y Nico al lado de él, lo estaban conteniendo, como si él estuviera llorando. Ella se acercó preocupada y los tres se asustaron al ver al tan repentinamente.
–¿Qué pasó? –fue lo primero que preguntó. Se sacó el palito del chupetín y lo guardo en su bolsillo.
