♡ ; 𝒟𝑒 𝓁𝒶 𝒜 𝒶 𝓁𝒶 𝒵 𝓎 𝓋𝒾𝒸𝑒𝓋𝑒𝓇𝓈𝒶 ⇀ ɴᴍɴ

♡ ; 𝒞 de caballero

Jeno le prestó una muda de su ropa para que su madre pusiera a secar sus uniformes.

En lo único que le ayudó fue a quitarse los tenis y calcetines, lo hizo de manera tan delicada que Jaemin en ningún momento sintió dolor, cuando fue el turno de los pantalones, el saco y la camisa, el pelinegro se dio la vuelta para darle privacidad.

"¡Aw! es todo un 𝒸𝒶𝒷𝒶𝓁𝓁𝑒𝓇𝑜" pensó, al notar las acciones delicadas y respetuosas de su amigo.

Minutos después la madre de Jeno entró con un botiquín a la habitación, le encomendó la tarea de enfermero a su hijo. Y no era por presumir pero era todo un experto en curar heridas, su hermano mayor siempre llegaba con algún que otro golpe o lesión leve por pelear con los bravucones en su escuela.

Se sentó en la orilla de la cama, con cuidado de no lastimar más a Jaemin le tomó de la pantorrilla para acomodarlo de forma que pudiera maniobrar. Tomó el spray anestésico, rocío generosamente en el área afectada, para que la venda no absorbiera todo el spray, se enfocó en ponerle el calcetín en el pie sano para que no sintiera tanto frío.

Jaemin analizo con detalle cada una de sus acciones.

–No puedo considerarte más un patán cuando has sido un caballero conmigo.

Esas palabras hicieron sonrojar a Jeno, secretamente se sintió halagado, que Jaemin pensara así le hizo sentir especial.

–Bueno, ahora sabes que cuando te enfermes o tengas alguna herida, aquí estará tu caballeroso enfermero.

Rieron, el pelinegro vendó el tobillo para evitar el movimiento innecesario e inconsciente, terminó su tarea limpiando el raspón de la mano, untó un ungüento para que el dolor disminuyera y listo.

Para que Jaemin no se moviera y se lastimara aún más, le dijo que iría por algo de comer.

Al quedarse solo en la habitación de Jeno, analizó su situación, le hubiera gustado conocer al pelinegro mucho antes así no hubiera tenido que pasar solo toda su infancia, el preescolar y la primaria fueron sus días más solitarios, por eso se había refugiado en el baile.

Por eso no contesto la pregunta del pelinegro, el baile le traía recuerdos tristes aunque actualmente también felices.

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No fue a clases por un par de días, la torcedura no fue grave, sin embargo, se le recomendó reposo.

Los amigos se extrañaron, al tercer día para recuperar el tiempo que no pudieron estar juntos, en común acuerdo no entraron a la escuela, escaparon a un centro comercial, juntando el dinero que les daban para gastar, compraron helado, después por suerte les alcanzó para entrar al centro de juegos.

Ganaron los boletos suficientes para llevarse a cambio un par de pulseras tejidas, la de color blanco con la forma de un conejo en medio se la quedo Jaemin, la otra color azul con la forma de un perro en medio se la quedo Jeno.

Caminaban de vuelta a la escuela, debían pasar forzosamente por ahí para tomar el camino a casa. En su andar el pelinegro noto como su amigo hacía malabares para ponerse la pulsera.

–Déjame hacerlo– dijo quitándosela de la mano para proceder a colocarla en su muñeca –¿No te aprieta?– consultó.

El corazón de Jaemin pálpito rápidamente, sonrió nervioso. Lo ameritó a qué estaba impresionado con las acciones de Jeno.

–No, está bien.

Terminaron en casa del pelinegro, sus padres no estaban, tampoco su hermano. Para matar el tiempo concordaron en ver una película.

Jaemin no prestaba la debida atención a la película, en su mente rondaban las preguntas: ¿Podría haber alguien más gentil y atento que Jeno? ¿Alguien tan caballeroso a tan corta edad?

Sin duda se había hecho de un amigo único que conservaría para toda la vida.

Miró su muñeca e inevitablemente sonrió, entonces una idea golpeó su mente.

–Jeno.

–¿Si?

–Déjame ponerte la pulsera– extendió su mano para que el pelinegro le diera la suya y así poder tener la misma cortesía que Jeno tuvo con él.

Después de ponérsela compartieron sonrisas.

Ambos acordaron que las cuidarían pues eran el primer accesorio que compartían en señal de su amistad.

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